San Cristóbal, Por Julio César García. – Los manuales de conducta que rigen nuestro modelo educativo requieren una revisión urgente. Si no se actúa con prontitud, será imposible superar los graves problemas que afectan a nuestras escuelas.
Es
cierto que muchos docentes presentan deficiencias. Sin embargo, también es
innegable que las regulaciones emitidas por el Ministerio de Educación —el
conocido “cuadernillo” de conducta— dificultan la creación de un ambiente
escolar adecuado para enseñar y aprender.
Pretender
educar en un entorno donde algunos estudiantes forman parte de bandas, consumen
sustancias nocivas y no han recibido en sus hogares una mínima orientación
sobre conducta ética o valores morales, es una tarea casi imposible. Cuando no
hay referentes positivos en casa, la escuela se convierte en el espejo de una
sociedad en crisis, y muchas veces los centros educativos terminan siendo
escenarios de violencia e irrespeto.
Hoy,
sin distinción de género, numerosos estudiantes desobedecen, insultan e incluso
agreden a sus docentes y autoridades escolares. Lo más preocupante es que el
mencionado “cuadernillo escolar” impide a los profesores aplicar medidas
disciplinarias efectivas, como la suspensión, incluso en los casos más graves.
Un
hecho reciente lo ilustra claramente: una estudiante, tras una discusión,
rompió con una piedra el vehículo del director del centro. Luego, acudió con su
padre, quien agredió físicamente al directivo ante testigos. La joven alegó
haber sido agredida por el director, aunque no se ha podido comprobar tal
versión. Hoy, ese educador se enfrenta al dilema de si puede continuar en su cargo
sin arriesgar su integridad física.
Y este
no es un caso aislado. Hace apenas una semana, un grupo de estudiantes
protagonizó una pelea fuera del horario y del recinto escolar. Pese a ello, el
Ministerio ha exigido al personal docente de apoyo realizar investigaciones y
elaborar informes sobre un hecho ocurrido fuera de su ámbito de competencia.
Este
enfoque, centrado en la burocracia, en la acumulación de estadísticas y en una
sobreprotección mal entendida hacia jóvenes que delinquen bajo el amparo del
uniforme escolar, debe cambiar. Las escuelas deben ser espacios seguros tanto
para los estudiantes como para los educadores. Aquellos jóvenes que representan
un peligro para sí mismos y para los demás deben ser trasladados a centros de
atención y reinserción, donde reciban el apoyo necesario para su recuperación
social. Esa es una responsabilidad directa del Ministerio de Educación.
El manual
para la Convivencia Armoniosa en los Centros Educativos Públicos y Privados del
ministerio de educación si se estudia a fondo en sus respuestas ante faltas no
graves y graves en los centros escolares mas que un elemento de corrección es
una invitación a cometer todo tipo de delitos punibles y sancionables en
nuestro código penal, el vandalismo, el acoso sexual, la propia violación, la agresión
física a compañeros, el hurto y el hurto agraviado son sancionados con penas
que mas que todo parecen incentivos para delinquir, ver los artículos dese el
18 hasta el 22 , ver asimismo los artículos sobre las prohibiciones a los
centros 23,24 y 25.
Este manual para la Convivencia Armoniosa en los Centros Educativos Públicos y Privados parece ser una adaptación tomada de normas de lugares donde las acciones interinstitucionales funcionan con toda normalidad y no para una nación donde cada institución opera bajo sus propias prioridades.
No
podemos seguir permitiendo que normativas redactadas desde la distancia, lejos
del pulso real de las aulas, continúen poniendo en riesgo la vida y la labor de
nuestros maestros.
0 Comentarios