San Cristóbal, Por Julio César García. - “Cuando cae un soldado, el buen general retrocede para recuperarlo, sea vivo o muerto.”
Este principio del liderazgo en combate tiene ecos profundos en la vida política. En momentos difíciles, el verdadero amigo no observa desde la barrera ni aprovecha el tropiezo ajeno: acude al rescate. En los manuales de trabajo en equipo se repite una verdad simple pero crucial: cada miembro importa. Sin embargo, en la política, rara vez se ve a alguien salir de su zona de confort para defender a un compañero que está contra las cuerdas. Lo más común es dejarlo hundirse, sobre todo si en el futuro podría convertirse en rival.
Como
bien dice el refrán: “Ave rara es la que deja su nido seguro para ayudar a
construir el ajeno.” En medio de una racha de eventos negativos que ha
afectado al actual alcalde municipal de San Cristóbal, Nelson De La Rosa, del
PRM, ha aparecido una de esas raras aves: Ángel Rafael Salazar, presidente
provincial del partido y administrador general de la EGEHID.
Salazar
ha salido de su zona de comodidad y ha dado la cara para defender a De La Rosa,
cuestionado en las últimas semanas por presuntos casos de nepotismo. Desde
dentro del PRM, no han faltado voces críticas; algunas, incluso, celebran la
tormenta que atraviesa el alcalde. En contraste, Salazar ha optado por otra
vía: pedir prudencia, cerrar filas y proteger la institucionalidad del partido
que ambos representan.
“No se
puede hacer un favor al PRM debilitando una de sus figuras”, ha dicho Salazar
en defensa de la gestión de De La Rosa y de su honorabilidad, así como la de su
familia. No es solo una intervención política, sino una muestra de liderazgo en
su estado más puro: aquel que se ejerce en la crisis, no en la calma.
Las
críticas han surgido sobre todo por la constante presencia de hijos e hijas del
alcalde en el edificio municipal. Aunque el propio De La Rosa ha reiterado que
ninguno de sus familiares forma parte de la nómina oficial del ayuntamiento, el
tema ha sido utilizado para alimentar la narrativa del nepotismo. El ruido ha
escalado dentro y fuera del PRM, generando descontento en la base del partido y
en sectores de la sociedad civil de San Cristóbal.
En
este contexto, Salazar ha hecho lo que pocos hacen: cargar al hombro a su
compañero herido y tratar de devolverlo al campo de batalla política. Su gesto,
lejos de ser meramente simbólico, implica asumir un costo, salir del anonimato
cómodo y enfrentar directamente una crisis que muchos preferirían ver desde la
distancia.
Este
acto de respaldo no solo habla de su compromiso partidario, sino que también
representa uno de los ejercicios de liderazgo más genuinos que ha asumido hasta
la fecha. En tiempos donde abunda el cálculo y escasea el coraje, Salazar elige
dar un paso al frente y no apartarse del camino difícil. Podría haberse quedado
al margen, repetir el típico “ese no es mi problema” y mirar cómo se desenvuelve
la tormenta. Pero no lo hizo.
Mucho
se ha escrito sobre lo que significa ser líder. En las acciones de Ángel Rafael
Salazar hay una lección silenciosa pero contundente: liderar es no abandonar a
los tuyos cuando más te necesitan. Es, como en la metáfora inicial, buscar al
soldado caído y ayudarlo a ponerse de pie.
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