San Cristóbal, Por Julio César García. – Realizar una función con esmero, dedicación, vocación y sacrificio solo tiene valor cuando quienes evalúan y toman decisiones sobre el desempeño de un cargo comprenden correctamente dicha función. En el caso de la función legislativa, considero que es una de las más mal valoradas entre la masa electoral de la República Dominicana.
La labor de un legislador está
claramente definida en nuestra Constitución, al igual que su alcance. Sin
embargo, en un país tan folclórico y colorido como el nuestro, al legislador se
le exige todo “menos que legisle”.
Lo más irónico de todo esto es
que a los legisladores parece encantarles esta dinámica que tenemos de
permitirles “hacerlo todo menos legislar”. Si la calle está dañada, si no
envían el agua, si hay apagones, si falta una receta, si hay que comprar un
ataúd, si un compañero no tiene empleo, si hay que gestionar ayuda con los
impuestos, y un largo etcétera, todo eso forma parte del día a día de un
legislador.
En contraste, está el legislador comprometido con hacer cumplir el mandato de la Constitución. Ese legislador que no repetirá en su puesto ni podrá aspirar a otro cargo, porque no “resuelve”, porque no entiende que, para muchos votantes, su labor se reduce a “resolver” problemas inmediatos. Ellos no comprenden el verdadero rol de legislar y piensan que, como votaron por él, el legislador está obligado a atender todas sus demandas.
La Constitución dominicana
establece claramente que el Poder Legislativo lo ejerce el Congreso Nacional,
compuesto por la Cámara de Diputados y el Senado de la República, y su función
es hacer las leyes.
La primera y principal función
del Congreso es la legislativa, que incluye la aprobación de las leyes, entre
ellas, los Presupuestos Generales del Estado. Además, el artículo 93, numeral
1, literal j) de la Constitución, atribuye al Congreso Nacional la
responsabilidad de legislar en cuanto concierne a la deuda pública y de aprobar
o desaprobar créditos y préstamos conforme a la Constitución y las leyes.
Conciliar entre lo que está
establecido en la Constitución y lo que se ha impuesto por costumbre requiere
una capacidad de razonamiento a la que no estamos acostumbrados. Definir que
las prioridades de un legislador pasan por crear leyes que garanticen el
bienestar de la mayoría es el rol de cualquier legislador inteligente. Todo lo
demás es, y será, simplemente populismo.
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