San Cristóbal, por Leonardo Cabrera Diaz. - Ejercer el voto es un acto sencillo, solemne, que se realiza en apenas un par de minutos.
No obstante, sus resultados, gravitan directamente sobre la población de que se trate, en su conjunto.
Ejercer el voto constituye un
sagrado derecho, es tener para sí, el poder soberano, de elegir y ser elegido.
Cuando un pueblo ejerce su
derecho al voto, habla en voz alta, se expresa y opina sobre su pasado,
presente y futuro.
Cuando el ciudadano elector
sufraga se manifiesta, se pronuncia, sentencia y proclama, se confiesa, otorga,
concede y dice lo que quiere, y cómo lo quiere.
Votar es escoger, decidir,
determinar, participar, es decir, yo opino, yo creo, yo entiendo.
Es estar en el terreno de
juego, para realizar una buena atrapada, o quizás, cometer algún error, es dar
un jonrón con las bases llenas, o poncharse sin ni siquiera hacerle un swing.
Es nunca ver el juego desde
las gradas, es participar y hacerse sentir, votar es agotar un turno en el
foro, hacer uso de la palabra, expresar lo que se piensa.
Votar es dar un paso hacia
adelante, ponerse de pie, es decir presente, votar es ser parte del triunfo, o de una desagradable derrota, sin embargo, hay
quienes optan por abstenerse de acudir a
las urnas, argumentando que “todos los candidatos son iguales" y que no vale la pena, perder su tiempo en eso, ese abstencionismo,
espontáneo o inducido quizás, pudiera
convertir una minoría de la población, en una mayoría electoral, de
manera coyuntural y momentánea cuyo porcentaje, probablemente, no representa o
alcanza un tercio del padrón de sufragantes.
Algo preocupante si pero, es
que el comportamiento ligero, poco ético y poco serio de una gran parte de los
actores políticos ha provocado que muchos electores hayan perdido la emoción,
el encanto, el placer y los deseos de votar.
Pero como dicen por ahí, llegó
mayo; “votar esa es la vuelta”, votar,
da derecho a hablar, a reclamar y a exigir.
Con Dios siempre, a sus pies.
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