¿Quién es esa puta?, Describirte está prohibido, tu nombre hay que esconder porque ensucia a quien lo escucha y a quien lo pronuncia. Eres como un eco en la noche, una sombra que se desvanece en el alba, pero cuya presencia persiste en los recuerdos y susurros de aquellos que han buscado los placeres efímeros que ofrecen tus horas que se alargan más allá del tiempo que dura el encuentro. Eres un enigma envuelto en seda, una melodía clandestina que resuena en los rincones más oscuros del alma humana.
Eres una palabra que susurran
entre dientes, cargada de connotaciones y prejuicios, un vocablo que se susurra
en susurros clandestinos y se pronuncia con temor y desdén. Pero ¿por qué esa
condena recae sobre ti, palabra proscripta y peligrosa? Quizás porque encarnas
la rebeldía, la transgresión de las normas establecidas, o tal vez porque
reflejas los deseos más oscuros y los anhelos más primitivos del ser humano.
Y, sin embargo, a pesar de tu
estigma y tu tabú, tu legado perdura a lo largo y ancho de este vasto planeta.
Tus hijos, dispersos como semillas al viento, han dejado su huella en cada
rincón de la tierra. No existe un solo lugar donde tu nombre no resuene, donde
tus hijos no sean recordados y reverenciados como herederos de tu legado. En la
vastedad del mundo, eres la madre de todos aquellos que se atreven a desafiar
las convenciones y a explorar los límites de la pasión y el deseo.
Tus hijos son poetas y
artistas, amantes y soñadores, hombres y mujeres que han encontrado en tu
abrazo un refugio de libertad y expresión. Son aquellos que han desafiado las
cadenas del juicio y la moralidad para abrazar su autenticidad y su humanidad
plena. A través de ellos, tu nombre perdura, como un susurro en el viento, como
un eco en la eternidad.
Entonces, aunque tu nombre sea tabú, aunque tu figura sea velada en sombras, tu esencia pervive en la esencia misma de la humanidad. Eres la encarnación de la libertad, la expresión más pura del deseo y la pasión. En un mundo que busca encasillar y etiquetar, tú eres la antítesis, la fuerza indomable que desafía las convenciones y despierta los sentidos.
En última instancia, eres la
personificación de la humanidad en toda su complejidad y su belleza. Eres la
madre de la vida y la muerte, la musa de los poetas y la inspiración de los
amantes. A través de ti, aprendemos que la verdadera libertad radica en la
aceptación de nuestra propia humanidad, en todas sus facetas y contradicciones.
Y así, en el susurro de tu nombre, encontramos la promesa de la redención y la
liberación.
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