San Cristóbal, Por Julio César García. - La madrugada del pasado lunes, la discoteca Jet Set, un lugar de encuentro y celebración, se convirtió en el escenario de una tragedia que dejó una herida profunda en el corazón de la República Dominicana.
En un
instante, la música se apagó, las luces se volvieron sombras y el júbilo se
transformó en luto. Hoy, mientras el país llora a las 231 víctimas, nos
enfrentamos a una verdad ineludible: la vida es frágil, efímera, impredecible.
Nos
aferramos a la rutina, a los planes para el futuro, a la ilusión de que el
tiempo nos pertenece. Pero la tragedia nos recuerda que cada instante es un
regalo, que cada abrazo puede ser el último, que cada palabra puede ser la que
quede resonando en la memoria de quienes nos aman.
En
medio del dolor, surge la necesidad de encontrar sentido, de reconstruir la
esperanza, de honrar a quienes partieron con la promesa de vivir con más
intensidad, con más amor, con más gratitud.
Este
artículo no busca ofrecer consuelo fácil, ni frases hechas. Solo quiere ser un
espejo donde podamos vernos reflejados como lo que somos: humanos. Vulnerables,
imperfectos, pero capaces de amar, de reconstruir, y de encontrar sentido
incluso en el sinsentido.
A
quienes han perdido a alguien en esta tragedia, les abrazamos con el alma. Y a
todos los demás, les invitamos a vivir con más conciencia, con más gratitud.
Porque si algo nos enseña el dolor, es a no dar nada por sentado.
Las
imágenes de los rescatistas, de los familiares buscando respuestas, de los
homenajes improvisados en las calles, nos muestran que, incluso en la
adversidad, la humanidad brilla.
La
solidaridad se convierte en un bálsamo, el apoyo mutuo en un refugio. El
presidente Luis Abinader ha anunciado la condecoración de los equipos de
rescate, un reconocimiento a quienes, sin dudarlo, se lanzaron a salvar vidas,
a dar consuelo, a sostener la esperanza en medio del caos.
Hoy,
más que nunca, es momento de reflexionar sobre lo que realmente importa. No
sabemos cuánto tiempo nos queda, pero sí sabemos que podemos elegir cómo
vivirlo. Que esta tragedia nos enseñe a no postergar los "te quiero",
a no dejar para mañana los abrazos, a no olvidar que la vida es un instante que
merece ser vivido con plenitud.
Hoy,
más que nunca, necesitamos fe. No necesariamente fe religiosa, sino fe en el
poder de la humanidad para levantarse, para acompañarse, para transformar el
dolor en memoria y la memoria en acción.
Que
esta herida no se cierre sin antes habernos hecho mejores. Que no olvidemos que
la vida, aunque breve, puede ser profundamente significativa si aprendemos a
habitarla con amor, con compasión y con presencia.
A
quienes han perdido a sus seres queridos, les enviamos fuerza, amor y la
certeza de que el recuerdo de quienes partieron seguirá iluminando el camino. Y
a quienes seguimos aquí, que esta lección nos impulse a vivir con más
conciencia, con más amor, con más gratitud.
Y sí,
como canta Sabina, la vida sigue, incluso cuando no parece tener mucho sentido.
Pero depende de nosotros decidir con qué propósito la seguimos viviendo.
"Y
la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido".
Joaquín Sabina, donde habita el olvido.
0 Comentarios