San Cristóbal, Por Julio César García. – Envejecer es un privilegio al que pocos tendrán acceso si seguimos haciendo las cosas tal y como la estamos haciendo hoy, en todo el mundo y con muy pocas excepciones, los ciudadanos nos estamos asegurando de destruir a un paso agigantado todo cuanto nos rodea.
El planeta sufre un desgaste
implacable, y la humanidad está en riesgo de perder la oportunidad de vivir en
un ambiente sano. Los daños al medioambiente son cada vez más visibles y
devastadores, desde la deforestación masiva hasta la contaminación de los
océanos, y el cambio climático que afecta tanto a ecosistemas como a
comunidades humanas.
La humanidad, en su afán de
progreso, ha abusado de los recursos naturales, olvidando que la Tierra es un
sistema frágil. Según estudios recientes, más del 60% de los ecosistemas del
mundo están degradados o utilizados de manera insostenible.
Los efectos de esta
destrucción son tangibles: pérdida de biodiversidad, sequías prolongadas,
deshielos acelerados en los polos y un aumento de desastres naturales. Todos
estos fenómenos ponen en peligro nuestra propia existencia, y la ciencia lo ha
demostrado.
Cuando comenzó la Revolución
Industrial, nuestros antepasados no tenían pleno conocimiento del impacto que
tendrían sus acciones sobre el medioambiente. Sin embargo, el desconocimiento
de aquel entonces no puede justificar la inacción presente.
Hoy sabemos, gracias a la
ciencia y la tecnología, que nuestras prácticas tienen consecuencias directas y
graves. Es imperdonable que, pese a este conocimiento, sigamos destruyendo los
bosques, contaminando los ríos y emitiendo cantidades exorbitantes de gases de
efecto invernadero a la atmósfera.
Una de las mayores ironías de
nuestro tiempo es que se invierte en conferencias y eventos para discutir sobre
la preservación medioambiental, financiados en gran medida por las mismas
industrias responsables de gran parte de la destrucción.
El Caribe, en particular,
sufre de esta contradicción. A través de políticas débiles y, en muchos casos,
por ignorancia más que necesidad, se continúa destruyendo lo que queda de
nuestras riquezas naturales.
Se devastan manglares, se
explotan los recursos marinos y se secan ríos en nombre del
"desarrollo". Este "progreso" termina siendo efímero, pues
las construcciones realizadas con estos recursos no perdurarán en un mundo
donde el medioambiente colapsa.
Un caso claro es el aumento en
la frecuencia de huracanes y tormentas tropicales que golpean a las islas del
Caribe, producto del cambio climático. Las costas están desapareciendo por el
aumento del nivel del mar, mientras que la sobreexplotación de los recursos
naturales agrava la vulnerabilidad de estas naciones insulares. A esto se suma
la deforestación que reduce la capacidad de las tierras para absorber el agua,
lo que incrementa las inundaciones.
La urgencia de actuar no puede
ser subestimada. La humanidad está al borde de un abismo, y el cuidado del
medioambiente no debe ser una opción, sino una obligación. Los gobiernos, las
industrias y los ciudadanos deben unirse en la búsqueda de soluciones reales y
sostenibles.
La tierra es la gran casa de
todo y no hay otra para mudarnos.
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