May 20, 2024 por Claudina González - Mariel Sabra. - América Latina y el Caribe (LAC) conforman una región rica y compleja, albergando alrededor del 60% de la vida terrestre, una variada flora y fauna marina y de agua dulce (UNEP-WCMC, 2016). Abarca regiones mega diversas como la Amazonía e incluye también los mayores humedales del mundo, como el Pantanal en Brasil o los esteros del Iberá en Argentina.
Entre los biomas de LAC se cuentan desiertos, bosques tropicales, praderas, ecosistemas costeros y de altitud. La existencia de extensas superficies en estado natural o seminatural hacen de la región una reserva de ambientes prístinos de gran valor.
Es la región más protegida del mundo en cobertura terrestre (excluyendo la región polar), con más de 8,8 millones de km2 en áreas protegidas terrestres y marinas, más que la superficie total de Brasil, el quinto país en superficie en el mundo. Asimismo, en la región se han identificado unas 2.300 Áreas Clave para la Biodiversidad (KBA, por sus siglas en inglés) cubriendo 3,2 millones de km2.
Los ecosistemas saludables y
ricos en biodiversidad, además de proveer agua, alimentos, refugio y energía,
entre otros bienes, resultan un capital natural único de un gran atractivo para
el turismo y con un enorme potencial tanto para la conservación como para el
desarrollo.
Turismo de naturaleza
El turismo de naturaleza es
una práctica que ha crecido sostenida y globalmente en las últimas décadas.
Factores como una población crecientemente urbanizada, consumidores bien
informados y con mayor consciencia ambiental, la valorización de la economía de
la experiencia y la democratización de prácticas al aire libre que hoy son
llevadas a cabo transversalmente por distintas generaciones, explican gran
parte de la demanda de naturaleza por parte de los viajeros.
LAC recibió más de 200
millones de viajeros internacionales en 2019. En 2022, México lideró la región
en llegadas. Por su parte, el Caribe es una de las regiones en las que el
turismo tiene mayor impacto (cuatro países caribeños se encuentran en el top 10
de arribos internacionales). La mayoría de los países de la región ya han
recuperado totalmente sus índices históricos de viajeros y gasto por turismo,
anteriores a la pandemia por Covid-19. Además de los beneficios económicos
(ingreso de divisas, redistribución del ingreso y generación de empleo), el
turismo importa por sus contribuciones potenciales a las culturas y a la
naturaleza de los destinos.
Esta actividad productiva
puede transformarse en una herramienta para la conservación de ambientes y
especies, mediante la educación ambiental del turista, el fomento de las áreas
naturales protegidas y el desarrollo de las comunidades anfitrionas vinculadas
a la protección de ambientes y especies. Un turismo verdaderamente respetuoso
de la diversidad biológica implica un proceso continuo que requiere de una
cuidada planificación y del monitoreo constante de sus incidencias. De este
modo, el turismo puede consolidarse como parte esencial de la economía de
nuestros países, enmarcándose en agendas más amplias de desarrollo sostenible.
Existen diversas iniciativas
desde el sector turístico, como Nature Positive for Travel & Tourism,
fomentada desde el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) o Nature First,
que indica las mejores prácticas y principios a ser respetados por fotógrafos
de naturaleza; así como distintos programas gubernamentales y propuestas de la
sociedad civil para un turismo más responsable con el ambiente. El
comportamiento y compromiso de los prestadores turísticos y sus clientes son
fundamentales para minimizar la huella turística sobre la biodiversidad.
Hay una oportunidad en el
desarrollo del turismo de naturaleza. También hay un deber: conservar la
biodiversidad, su uso sostenible y una participación justa en los beneficios
derivados de tal uso, como señala el Convenio sobre la Diversidad Biológica
firmado en 1992 y ratificado por 196 países miembros de la ONU, y que originó
que anualmente se celebre el 22 de mayo el Día Internacional de la Diversidad
Biológica.
Las autoras agradecen a
Juliana Bettini por sus aportes a este artículo.
Tomado de: https://blogs.iadb.org
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