San Cristóbal, Por Simeón Familia. - Al este de mi ciudad, San Cristóbal, caminos vueltos trillos entre el cemento, pareciera que los mismos se abrazan con la multitud, viviendas que refugian personas, reciben los primeros rayos del sol cada mañana. No sé cómo se llama el lugar, yo iba de pasada.
Allí la formalidad parece
haber iniciado un viaje al infinito. Más que viviendas que tienen sus frentes
hacia los caminos pareciera que son los caminos que obstaculizan las
construcciones de viviendas. Todo se asemeja a un condominio horizontal con
paredes comunes, donde no hay espacios para un bombero introducir una manguera.
Como si fuera el protagonista
elegido por Juan Rulfo para uno de sus Cuentos Cortos, la multitud hacía
esfuerzos para quitarle el puñal a Viterbo y así evitar que matara a Cleolfa,
su mujer, por esta ir a buscarlo a un "punto", pues ella iba para la
iglesia y no tenía con quien dejar los siete muchachos que ambos procrearon.
Un anafe encendido frente a
una casa, un quitrinero lleva escombros y múltiples desechos, los que tendrán
su destino final en el agonizante Rio Nigua, alli en el río, un Buso busca fortuna entre los
escombros, quien va tirando al río, todo obstáculo que impide el hallazgo de
algo que pueda vender y darse un pase.
Cuando viene a ver fue en
aquel lugar que Prometeo se reveló exigiendo a los dioses respeto a la dignidad
humana. Sitio limitado por el Norte y el Este, por las aguas de los Rios Yubaso y Nigua, cuyos caudales se
asemejan a dos lágrimas salidas de las entrañas de la tierra; y al Oeste se
encuentra la Avenida Libertad, si, la Avenida Libertad , cargando sobre sus
hombros el peso de una historia memorable, la historia de grandes generales
independentistas y restauradores; la historia de la primera Constitución de la
República Dominicana, de alzamientos de esclavos, de grandes ingenios
azucareros, de poetas postumitas , románticos y modernistas.
A pocos metros del rio, las
personas ríen y tararean la bachata que suena, una mujer que un conato de
calzón la conduce al ventorrillo, deja ver los tocones de lo que fueron sus
dientes, mueve su cintura en una insinuación dantesca al sexo depravado, la
blusita que lleva induce a cualquiera a pensar que bajo sacramento encompadró
con el agua, a la que juró nunca ofender.
Sin embrago algunos niños
juegan y otros van tras los caballos robados en los alrededores, para ser
usados en los quitrines que recogen la basura. Personas desconocidas se dan la
vuelta en busca de noticia de sus motores y caballos robados. No todo es
oscuridad, porque allí vive la joven hermosa que trabaja en el banco, también
de allí salió el poeta Ramsés, galardonado en el festival literario realizado
en la Feria del Libro, también de allí es que salen los niños que pertenecen al
Círculo Literario de la Fundación Cultural que el poeta Ramsés dirige.
Esas luminosas luces, más que
estandartes, parecen ridiculeces ante la mayoría; si fuéramos hacer alguna comparación
de aquel lugar, tendríamos que trasladarnos a la mitología griega y detenernos
en el tártaro, lugar al que desterraban a los pecadores, situado en el inframundo,
y separado del universo. Así pasan los días, salvo alguna excepción y la rutina
toma fuerza, sin embrago hay que vivir.
Simeón Familia
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