Al fondo de una cueva, de pronto; o en un sótano cuando se va la electricidad. Pero normalmente hay un resplandor leve que viene de algún lado. Incluso el cielo nocturno nunca se ve totalmente negro, dado que usualmente hay una o dos estrellas brillando en la distancia.
Es
difícil imaginar una época en la que lo único que existía era la oscuridad,
cuando podías viajar en cualquier dirección durante millones de años y no ver
absolutamente nada.
Pero
esa es la historia que nos cuentan los científicos, la de la "edad
oscura" que reinaba en el universo antes de que las primeras estrellas se
encendieran. Y muy pronto tienen la intención de mostrarnos esa época, o más
bien, mostrarnos cómo terminó: cómo el cosmos al final se llenó de luz.
Lo
harán usando el telescopio más grande que se haya puesto fuera de la Tierra: el
telescopio espacial James Webb.
Con
su lanzamiento este sábado, el telescopio James Webb tendrá la misión de ver
con mayor profundidad en el espacio que incluso el legendario telescopio
espacial Hubble, al cual reemplazará.
Equipado
con un espejo de 6,5 metros de ancho y cuatro instrumentos de altísima
sensibilidad, Webb se enfocará en un espacio muy reducido del cielo durante
días intentando detectar luz que ha estado viajando a través de la inmensidad
del espacio por más de 13.500 millones de años.
"Solo
serán pequeños puntos rojos", dice el científico senior del proyecto James
Webb y ganador del premio Nóbel John Mather.
"Creemos
que debería haber estrellas o galaxias, o agujeros negros de pronto comenzando
100 millones de años después del Big Bang. No debe haber muchas para encontrar
en ese tiempo pero el telescopio Webb puede verlas si están ahí… y si tenemos
suerte", le dijo a una edición especial de Discovery, del servicio mundial
de la BBC, un investigador de la agencia espacial estadounidense NASA.
Es
una idea impactante que puedas ser testigo de algo así. Pero esa es la
consecuencia de que la luz tenga una velocidad finita en un cosmos inmenso y en
expansión. Si se busca a mayor profundidad, finalmente se debería llegar a
recolectar la luz de las estrellas pioneras mientras se agrupaban en las
primeras galaxias.
Pero,
¿con qué fin? ¿por qué gastar 10 años concibiendo, y otros 20 años
construyendo, una máquina de US$10.000 millones para detectar unos tenues
puntos rojos en el cielo?
Bueno,
esencialmente se reduce a la pregunta más fundamental de todas: ¿de dónde
venimos?
La formación de todo
Cuando
el universo se formó en el Big Bang sólo contenía hidrógeno, helio y una pizca
de litio. Nada más.
Todos
los elementos químicos de la tabla periódica más pesados que éstos tres
tuvieron que forjarse en las estrellas.
Todo
ese carbono que forma todos los seres vivos; todo el nitrógeno en la atmósfera
de la Tierra; todo el silicio en las rocas; todos estos átomos tuvieron que ser
"manufacturados" en las reacciones nucleares que hacen que las
estrellas brillen, y en las poderosas explosiones que finalizan su existencia.
Solo
estamos aquí porque las primeras estrellas y sus descendientes llenaron el
universo con los materiales para hacerlo todo.
"La
misión de Webb es sobre la formación de todo; es el argumento de 'todos estamos
hechos de polvo de estrellas'", reflexiona Rebecca Bowler, una astrónoma
de la Universidad de Oxford quien es miembro del equipo del instrumento NIRSpec
del telescopio Webb.
"Es
acerca de la formación del primer átomo que existió. Es absolutamente increíble
para mí que podamos observar ese proceso mientras ocurre".
No
sabemos mucho sobre las primeras estrellas. Podemos introducir las leyes
físicas en modelos de computadoras para tener un sentido de lo que puede ser
posible. Y suena fantástico.
"Los
rangos estimados varían entre 100 y 10.000 veces la masa de nuestro Sol",
dice Marcia Rieke, la investigadora principal del instrumento NIRCam del
telescopio Webb.
"Y
de hecho, todas las estrellas siguen la regla que dice que el tiempo que puede
existir es inversamente proporcional a su masa; es decir, entre más masiva la
estrella, más rápido consume su combustible. Así que esas estrellas tempranas
pudieron durar apenas un millón de años más o menos".
Vive
rápido, muere jóven. Nuestro propio Sol pareciera tan tímido en comparación. Ya
lleva quemándose casi 5.000 millones de años y es posible que siga quemándose
por otros 5.000 millones de años más.
Una herramienta multipropósito
El
enfoque de la búsqueda de la primera luz de estrellas podría hacer parecer como
si el telescopio Webb tuviera una sola misión. Pero nada podría estar más lejos
de la realidad.
Observará
casi todo lo que hay para ver más allá de la Tierra: desde lunas heladas y
cometas en nuestro propio sistema solar hasta los colosales agujeros negros que
residen en el centro de todas las galaxias. Se espera que esté particularmente
adaptado para estudiar planetas que orbitan otros soles.
El
Webb ha sido diseñado para ver todos sus objetivos de una manera muy
particular: en el espectro infrarrojo.
Hubble
fue diseñado para ser predominantemente sensible a la luz en las longitudes de
onda ópticas o visibles. Es el mismo tipo de luz que detectamos con nuestros
ojos.
Webb,
por su parte, está diseñado específicamente para detectar longitudes de onda
más largas, las cuales, aunque invisibles para nuestros ojos, están exactamente
en el punto donde el brillo de los objetos más distantes del universo van a
aparecer.
"La
luz de estrellas distantes se extiende gracias la expansión del universo y se
mueve a la región infrarroja del espectro. Lo llamamos corrimiento al
rojo", explica Richard Ellis, un astrónomo del University College de
Londres quien está impaciente por explorar el fin de la edad oscura.
"El
factor limitante que tenemos con el Hubble, por ejemplo, es que no alcanza lo
suficientemente lejos en el espectro infrarrojo como para detectar las señales
de la luz estelar que buscamos. Tampoco es un telescopio particularmente
grande. Ha sido una instalación pionera, sin duda. Fotos increíbles. Pero el
diámetro de su espejo es de solo 2,4 metros, y el poder de un telescopio se
incrementa con el cuadrado del diámetro del espejo. Ahí es donde entra el
telescopio James Webb".
Tecnología de avanzada
Fue
el astrónomo del siglo XVIII William Herschel quien descubrió el infrarrojo.
También revolucionó la producción de espejos para telescopios.
Sus
máquinas para pulir operadas a mano lograban fabricar superficies reflectivas
súper suaves en un disco moldeado de una mezcla de hojalata y cobre.
Herschel
hubiera apreciado las innovaciones que se incluyeron en la producción de los
espejos del telescopio Webb.
Están
hechos de berilio metálico, que es liviano y mantiene su forma a temperaturas
muy bajas. Y luego está la cobertura de oro. Es extremadamente delgada, un
grosor de apenas unos cientos de átomos, pero esta adición convierte los
espejos en reflectores casi perfectos de infrarrojo.
Aproximadamente
el 98% de la luz de un incidente se refleja, asegurándose de que la emisión de
luz de estrellas distantes experimente pérdidas mínimas cuando llega a los
instrumentos del telescopio Webb.
Mas información: https://www.bbc.com/mundo/noticias-59777397
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