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Una tia cuero y un primo ladron

Pasado el período de los doce años de gobierno del Doctor Joaquín Balaguer en el año 1978, corrían los años 1982 al 1987, espacio en el que habían sido presidentes de la República Dominicana, el Agricultor santiaguero Antonio Guzmán Fernández y el doctor Salvador Jorge Blanco, de Santiago también, para que nuevamente vuelva a ser presidente de la República Dominicana, el doctor Joaquín Balaguer Ricardo en 1986, a pesar de estar ciego.

Es el mismo período que nos graduamos de Agrimensor en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, venciendo los obstáculos de la represión de la época y la precaria situación económica a todos los niveles, tanto así que nos atrevemos a recordar cuántos pasos hay del Cruce de Sainagua, al Parque Central a tomar, a pie, la guagua rumbo a la Universidad.

En pleno gobierno de Balaguer, éramos empleado de la Dirección General de Mensuras Catastrales, ocupando el puesto de Inspector. En una ocasión fuimos designado para inspeccionar una parcela ubicada en Hato Mayor, de la misma que había sido desalojada una anciana, la misma que murió de pena por tan chocante acontecimiento. Al realizar la experticia técnica, tomamos toda la precaución en lo que respecta a la determinación de los linderos, comprobando que la anciana desalojada, había sido expulsada de su propiedad.

Procedimos hacer el informe del lugar a la Dirección General de Mensuras Catastrales, el mismo que fue remitido al Tribunal de Tierras, originando una nueva audiencia. En lo adelante continuamos realizando nuestras funciones, la mayoría de las veces, en el campo otras nos quedábamos en la oficina haciendo el papeleo propio del trabajo, resulta que cada vez que llegábamos a la oficina encontrábamos un mensaje que consistía en que la sobrina de Balaguer quería verme, fueron varias las ocasiones que recibimos el mismo mensaje al regresar a la oficina, después de realizar la jornada de campo.

Un día, sin propiciar el encuentro, logramos juntarnos, la sobrina del doctor Balaguer y yo, procedí a ponerle la atención merecida por una dama, además del rango que promovía, me habló del caso de la inspección realizada por mí, con la que no estaba conforme.

Le hice saber que ella tenía el derecho a solicitar otra inspección, si no estaba de acuerdo y que la podía realizar otro técnico, el diálogo se tornó afable, le pregunté que si era ella la mujer que no tenía nombre, ya que había recibido varios mensajes de una señora que se identificaba como sobrina de Balaguer, ella en una mezcla de enojo y asombro me miró con una contenida prepotencia, al tiempo que me preguntaba por qué yo decía que ella no tenía nombre, le respondí con toda la calma posible y con el cuidado de estar hablando con la sobrina del primer mandatario de la nación, diciéndole lo siguiente: "lo que pasa es que, en mi país todo el mundo tiene una tía cuero y un primo ladrón, los que siempre ocultamos y negamos, más sin embargo, siempre buscamos y publicamos la filiación con los que son famosos y adinerados".

No sé si de ella se apoderó la impotencia o el respeto a mi valentía, porque de inmediato después que le aclaré el derecho que ella tenía a solicitar una nueva inspección, todo giró en torno a la labor literaria de su tío, su canción Lucía, y otras obras. De aquel encuentro, del que los apostadores jugarían, que habría un cancelado o una enemistad, surgió una eterna amistad, la que trajo a mi puerta un regalo, contentivo de varías de las obras literarias del doctor Balaguer, incluyendo, "La Voz Silente”, cuya remitente fue, la sobrina de Balaguer.

 

Simeón Familia

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