En este ensayo, Han profundiza su análisis de la sociedad del cansancio y de la transparencia, buscando sacar a la luz las nuevas formas de violencia que se ocultan tras el exceso de positividad.
Hay cosas que nunca
desaparecen. Entre ellas se cuenta la violencia. Su forma de aparición varía
según la constelación social. En la actualidad, la violencia ha mutado de
visible en invisible, de frontal en viral, de directa en mediada, de real en
virtual, de física en psíquica, de negativa en positiva, y se retira a espacios
subcomunicativos y neuronales, de manera que puede dar la impresión de que ha
desaparecido.
La violencia en estos tiempos ha mutado de visible a invisible, de frontal a vial, de violencia directa a violencia mediada, de real a virtual, de física a psíquica, de violencia negativa a violencia positiva.
La violencia en este tiempo se
introduce tan sutilmente, tan capilarmente que parece que desaparece y es en
este contexto que violencia y libertad que es su parte contraria terminan
coincidiendo nos dice Han.
La violencia corporal física deja
paso entonces a una violencia anónima, sistémica y sin sujeto que se oculta mezclándose
con la sociedad, la vieja violencia de la negatividad que tiene un lugar desde
afuera se traslada en forma positiva hacia el interior de la persona, se
interioriza se hace más psíquica e invisible, el enemigo deja entonces de estar
fuera, estando en una mismo.
Pero la violencia se mantiene
constante. Simplemente se traslada al interior. La decapitación en la sociedad
de la soberanía, la deformación en la sociedad disciplinaria y la depresión en
la sociedad del rendimiento son estadios de la transformación topológica de la
violencia.
La violencia de la lengua es
una de las formas que adapta la violencia actual suplantando a la violencia
corporal, es una forma difamatoria, denigratoria, desacreditadora, es una
violencia positiva recluida en la spamización del lenguaje, la sobre
comunicación y la sobre información.
En nuestro mundo de hoy se ha
sustituido a la negatividad por una positividad absoluta que aún cuando se
considere libre de dominación también tiene su violencia porque el exceso de
positividad es tan violento como el exceso de negatividad.
La violencia ha sido parte del
tejido de la realidad humana desde que se tiene memoria. Es en este devenir
histórico que el ser humano se sitúa alternadamente como sujeto y objeto de
violencias de todo tipo: violencia para sobrevivir, violencia para asegurar el
poder, violencia para liberarse de la opresión, violencia física, psíquica,
instrumental, expresiva y simbólica.
En un horizonte cronológico,
en cada etapa de la historia de la humanidad se construye una relación
característica con la violencia, misma que está determinada por las fuerzas
sociales, culturales y económicas que modulan a las sociedades y por ende
inciden en la conducta de los individuos. La violencia no puede trascenderse o
eliminarse de la actividad humana: sólo cambia de lugar.
Han estructura Topología de la
violencia en dos partes: arranca con “Macrofísica de la violencia”, una primera
parte en la cual analiza el contexto social e histórico en el que el fenómeno
de la violencia ha ido desplazándose desde lugares bien definidos, fuera del
sujeto, hasta llegar a incorporarse de una forma muy difusa dentro del sujeto
mismo.
Haciendo un recorrido por
diversos pensadores, desde Sigmund Freud hasta Giorgio Agamben, pasando por
Foucault y Deleuze, Han identifica puntos clave para entender los
desplazamientos y trazar un mapa.
En un segundo momento, al que
llama “Microfísica de la violencia”, aborda la diferencia que ésta presenta con
respecto a la macrofísica antes descrita. La violencia macrofísica destruye
toda posibilidad de acción y actividad. Sus víctimas son arrojadas a una
pasividad radical. La destructividad de la violencia microfísica, en cambio,
tiene su origen en un exceso de actividad, que se manifiesta como
hiperactividad.
En la primera parte, se traza
el cambio de la violencia de las sociedades disciplinarias hacia la sociedad de
rendimiento. Comprender la violencia actual nos obliga a remitirnos a cómo se
manifestaba ésta en el mundo arcaico: la muerte era la respuesta a una amenaza
externa, es decir, una contraviolencia que operaba como estrategia para la
supervivencia. Los sujetos de las sociedades arcaicas se volvían más poderosos
entre más muertes acumularan en su haber. En la sociedad de la modernidad, la
violencia pasa de la sangre al capital. El sujeto moderno se siente más
poderoso, invencible e inmortal cuanto más posee: El dinero o el capital, pues,
son un medio contra la muerte.
Dentro del visionario marco
teórico establecido por Gilles Deleuze en 1991 en “Post-scriptum sobre las
sociedades de control”, Byung Chul Han retoma la división de las sociedades de
acuerdo a tres momentos clave en la forma en que están organizadas sus
estructuras de poder: las sociedades de soberanía, las sociedades
disciplinarias y las sociedades de control.
La tesis que nos propone Han
en Topología de la violencia inicia con un recorrido sistemático por la
evolución histórica de las expresiones violentas, iniciando en las sociedades
de soberanía, en donde la violencia social era externa, evidente y basada en la
relación del sujeto subordinado a un soberano omnipotente.
En la antigüedad, se hacían
públicas las ejecuciones pues la violencia era un instrumento del poder. A este
tipo de sociedad la denomina “de la decapitación”, pues la voluntad es ajena al
sujeto, y el poder se ejerce con carácter absoluto.
Posteriormente, la sociedad se
desplazaría hacia las sociedades disciplinarias, en donde las relaciones
estructurales mantienen un estado de dominación del dueño del capital sobre las
masas trabajadoras. A este tipo de sociedad la llama una sociedad “de la
deformación”, por su capacidad de moldear (o deformar) arbitrariamente las
necesidades y la identidad de los sujetos para adecuarse a la explotación
capitalista. Una enfermedad psíquica característica de las sociedades
disciplinarias es la histeria, la cual requiere la negatividad de la represión,
la prohibición y la negación que lleva a la formación del inconsciente.
Finalmente, en las sociedades
de los sujetos de rendimiento, o sociedades de control, nos encontramos con
sujetos “libres”, pues no se le impone ninguna represión mediante una instancia
de dominación externa. En realidad, sin embargo, gozan de tan poca libertad
como los sujetos de obediencia de las sociedades descritas anteriormente.
En las sociedades de control,
la violencia se ejerce desde el interior del individuo, cada ciudadano la
ejerce sobre sí mismo, desde su propia voluntad, produciendo el fenómeno de la auto
explotación. En este momento, la violencia se expresa al ajustarse al
individualismo que satisface las demandas del capital y la globalización. Son
propios de esta sociedad los fenómenos psíquicos como la depresión, o el
burnout y el déficit de atención por hiperactividad. A este tipo de sociedad la
llama “de la depresión”.
En un siguiente articulo continuaremos exponiendo sobre este texto de Byung Chul Han.
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