San Cristóbal, Por Jorge Guigni. - Lo humano no es una creencia ni una categoría adquirida, es la esencia misma de lo que somos. En la enorme y rica diversidad que nos caracteriza es la única condición que no puede ser cambiada sin dejar de ser lo que somos: personas humanas. Es donde todos y todas somos verdadera, inequívoca y absolutamente iguales. Es la única verdad absoluta que existe. Todo lo demás se somete a la relatividad, la temporalidad y demás leyes que rigen la vida, el vivir y el convivir.
Ese reconocimiento, respeto y
defensa de la condición esencial de lo que somos, es lo que nos permite
reconocer y querer como valiosas a las demás personas, con sus luces y sombras,
sin que perturben nuestra paz ni sea un problema en nuestras vidas; es lo que
nos permite servir, preocuparnos por el bienestar de otros y otras, reconocer
sus derechos, confiar, plantearles nuestras inconformidades o diferencias con
firmeza pero sin atropellos y sin querer asestarle algún golpe bajo, imponernos
o discriminarlas.
Es lo que nos permite
sentirnos felices con la felicidad de otras personas sin importar el color de
su piel, origen nacional, condición social o migratoria, credo religioso o
ideológico.
Lo espiritual no se resume a
lo religioso, ni a lo filosófico, ni es un “estilo de vida” o “una misión a
cumplir”; tampoco es un asunto cultural, de conocimientos o de erudición, ni
algo inherente a la vida en general, es una cualidad que solo existe en lo
humano.
Fuera de la condición humana
no puede hablarse con propiedad de espiritualidad; por lo que, tampoco se puede
hablar de espiritualidad superior, inferior, más “evolucionada” o más “pura”
que otra. Existe una diversidad espiritual tan amplia como lo es la humanidad
misma.
Contra esa esencia fundamental
y fundacional de lo que somos es que conspira el prejuicio de superioridad y la
discriminación expresados en cualquier forma y en cualquier grado.
Por encima de cualquier
condición, somos SERES HUMANOS, con derechos inherentes, universales,
inalienables e incluso irrenunciables, que están consignados en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.
Solo la condición humana nos
hace iguales.
El autor es Fotógrafo, Artista
Plástico, Folklorista y gestor cultural.
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