BBC,17/04/2024. - El 1954 el mundo enfrentaba una crisis existencial. Al menos eso afirmaba Dorothy Martin, la carismática líder del culto The Seekers de Chicago, Estados Unidos.
Había recibido mensajes telepáticos de "los Guardianes", unos alienígenas del planeta "Clarion", y profetizado un apocalipsis que destruiría el planeta en una fecha concreta: el 25 de diciembre de ese año.
El grupo, sin embargo, sería
salvado del desastre por los extraterrestres, que se los llevarían en una nave
espacial justo antes del ataque.
Algunos de sus más fieles
seguidores vendieron sus casas o dejaron a sus familias, debido a su completa
fe en la líder y su profecía.
Los infiltrados eran el
renombrado psicólogo social Leon Festinger y sus colaboradores Henry Riecken y
Stanley Schachter.
Festinger fue el originador de
la teoría de la disonancia cognitiva, una de las facetas más intrigantes de la
mente humana.
Aunque su nombre puede sonar
un poco abstracto, es una tendencia que nos aflige a todos, a menudo sin que
nos demos cuenta.
Estamos hablando de la tensión
mental que sentimos al tener simultáneamente ideas que se contradicen, o al
comportarnos de manera no afín a nuestras creencias, o cuando la evidencia
desafía una creencia significativa.
Esa falta de armonía puede ser
profundamente incómoda.
"Es un estado de impulso
negativo, como el hambre o la sed extrema, excepto que tiene lugar en tu
cabeza", le dice a la BBC el profesor Elliot Aronson, psicólogo social
estadounidense, quien es el referente en este campo.
"Lo que Festinger predijo
fue que una vez que la profecía fallara y el mundo no llegara a su fin, eso
sería extremadamente disonante para los fieles, por lo que encontrarían una
razón que los haría sentir bien consigo mismos", explica Aronson.
Este es un punto sutil pero
absolutamente crucial.
Uno pensaría que el 25 de
diciembre, ante la evidencia, el grupo aceptaría la realidad.
Pero eso es subestimar el
poder de la disonancia cognitiva.
Piensa en lo mortificante que
sería volver a donde sus familias con la cola entre las patas y admitir su
error y haber sido víctimas de un engaño.
Es más fácil encontrar la
forma de racionalizar lo sucedido.
"De repente, Martin
escuchó un mensaje desde el espacio exterior y le dijeron que gracias a las
oraciones del culto, el grupo de alienígenas que iba a destruir el planeta
decidió no hacerlo", cuenta Aronson.
En los días posteriores al
apocalipsis que nunca fue, los miembros del grupo salieron a una campaña de
reclutamiento. El fracaso de la predicción en vez de destruir su fe en su
líder, lo había fortalecido.
La actitud fue "'¡Mira
qué gran grupo somos, salvamos al mundo de ser destruido!'", cuenta
Aronson.
Festinger, Riecken y Schachter
recogieron sus observaciones y análisis en el libro "Cuando las profecías
fallan", que se convirtió en un clásico de la psicología social.
Y si estás pensando que eso le
ocurre a otros, que tú no crees en esas cosas, recuerda que te advertimos que
todos somos vulnerables.
Ejemplos más mundanos
Uno de los ejemplos más
citados es el de los fumadores.
"Si fumas dos o tres
paquetes de cigarrillos al día, y escuchas que fumar causa cáncer de pulmón,
esas dos cogniciones son realmente disonantes, asumiendo que no quieras morir
de una muerte temprana horrible", ilustra Aronson.
"La forma más segura de
reducir la disonancia es dejar de fumar. Pero a muchas personas les resulta
difícil, así que intentan justificar el hacer algo realmente tonto diciendo
cosas como '¿Y? Mañana me podría atropellar un auto'".
"Cuanto más desafiante
sea la evidencia, más tortuosa será la justificación".
¿Aún no te das por aludido?
Quizás eres un ejemplo de lo
que algunos psicólogos han llamado "la paradoja de la carne".
Amas a los animales, no les
deseas más que bien y hasta te enternecen... pero te los comes, a pesar de que
sabes no sólo que un ser vivo murió para que lo disfrutaras, sino que quizás
vivió por esa razón y su vida no fue muy amable.
Tal vez sueles comprar ropa
supremamente barata sin fijarte en las credenciales de los fabricantes, aunque
estés consciente de que para vender a ese precio posiblemente ahorraron a costa
de los empleados o el medio ambiente.
O te comes esas papas fritas o
no haces ejercicio hoy aunque te has propuesto llevar una vida más sana, y te
dices que no es tan grave, que mañana sí...
La lista es larga.
Y a veces las disonancias son
más complejas, como la que experimentó durante años el historiador, autor y
fundador de History News Network Rick Shenkman.
Cerrando los ojos
A principios de la década de
1970, Shenkman estudiaba en el notablemente liberal Vassar College de Nueva
York, donde sobresalía como mosca en leche por su apoyo inquebrantable al
republicano Richard Nixon.
Pero entre 1972 y 1974, el
escándalo político de Watergate reveló hechos impactantes sobre abuso de poder
y múltiples encubrimientos.
A medida que las pruebas
salían a la luz pública, todo el país le fue dando la espalda a Nixon, excepto
Shenkman.
Las revelaciones "no
significaban absolutamente nada para mí", recuerda, en conversación con la
BBC.
"Me uní al comité para
salvar la presidencia porque sentí que era realmente injusto lo que le estaba
sucediendo a Nixon".
"Todos los días veía los
titulares en los medios de comunicación. Pero eran los medios liberales, a los
que yo demonizaba, y pensé que había que defender al presidente".
A más evidencia de las
ofensas, más se fortalecía el apoyo de Shenkman.
"Me atrincheraba más y
más con cada argumento".
Eso es precisamente lo que
predice la teoría de la disonancia cognitiva.
La participación de Nixon en
el escándalo Watergate se hizo innegable.
El 8 de agosto de 1974, en
todas las cadenas nacionales de radio y televisión del país, el presidente
caído en desgracia finalmente tiró la toalla.
"Tuve que reevaluar todo.
Fue una tarea de gran envergadura".
Pasaron muchos años antes de
que Shenkman comprendiera la razón de su terquedad.
Entretanto, los expertos
siguieron estudiando el fenómeno de la disonancia cognitiva, y algunos
aprendieron a aprovecharla para el bien común.
Para el bien
En 2020 Logan Pearce,
estudiante de posgrado de psicología social en Princeton, realizó una
investigación para mostrar que se podía usar la disonancia para motivar a la
gente a seguir las directrices sobre el covid-19.
En colaboración con su
profesor Joel Cooper, se centraron en individuos cuyas acciones no se alineaban
consistentemente con sus creencias declaradas.
"Hicimos que escribieran
una declaración sobre por qué era importante seguir las pautas de covid, y les
dijimos que era para ponerla en el sitio web de la Organización Mundial de la
Salud. Esa parte no era cierta, pero queríamos que pensaran que estaban
haciendo una declaración pública", cuenta Pearce.
"Luego les pedimos que
recordaran un momento en el que no siguieron las reglas y escribieran por
qué".
Solo a un grupo de
participantes de cada tres se le pidió que escribiera las declaraciones. Una
semana después, los participantes que lo hicieron tenían muchas más
probabilidades de haber buscado citas de vacunación que los que no estuvieron
expuestos a la disonancia.
El factor fundamental para el
cambio de comportamiento fue una declaración pública.
Este método, conocido como el
paradigma de la hipocresía, fue probado por primera vez por el profesor Aronson
en 1991, una década después de la devastadora epidemia mundial de VIH/SIDA.
"Lo que intentamos hacer
fue convencer a la gente de que usara preservativos.
"Me pareció una
estrategia útil lograr que convencieran a otros de usar condones. Cuando luego
se enfrentaban al hecho de que se estaban comportando de manera hipócrita, eso
hacía que comenzaran a usarlos".
Promover la consonancia
cognitiva de formas específicas puede conducir a cambios duraderos y
transformadores.
De esa manera la disonancia
puede servir como catalizador para algo positivo, en lugar de simplemente
fomentar la inercia, como la que experimentó el historiador Shenkman, quien
finalmente logró comprender las razones de su actitud.
Para el mejor
"Tuve dos grandes eventos
en mi juventud: uno fue apoyar a Richard Nixon y finalmente darme cuenta de que
ya no lo apoyaba y dos, descubrir que era gay", le explica Shenkman a la
BBC.
"¿Cómo confluyeron esas
dos cosas? Lo que pasaba era que sabía que era una buena persona, pero tenía
esta cosa que la sociedad decía que era mala. Así que la forma en la que lidié
con esa disonancia fue decidiendo ser el mejor niño del mundo".
Esa frase, 'el mejor niño del
mundo' es un paradigma conocido por generaciones de homosexuales en EE.UU. Se
refiere al joven que desvía la atención de su sexualidad invirtiendo demasiada
energía en otra parte.
"No iba a seguir un
camino alternativo y desviado. Mi familia era demócrata en una ciudad donde no
había muchos demócratas. Para mí, ser el mejor niño del mundo en ese mundo era
ser conservador".
El sinuoso camino de Shenkman
hacia la aceptación social lo llevó a ocultar su verdadero yo detrás de una
identidad protectora. Es solo en retrospectiva que pudo darse cuenta del
alcance de su propia negación.
"He escrito 7 libros y
todos ellos, en una medida u otra, han tratado el tema".
"Como seres humanos, una
vez que tomamos una decisión sobre algo, nos apegamos a ella. No se trata de si
Richard Nixon era un delincuente, o si Donald Trump es un delincuente. La
cuestión es si yo, como votante, soy un delincuente".
Cuando te aferras a una
creencia y la atacan, se siente personal: no es la figura pública o la posición
sobre un asunto lo que falló, sino tú.
"La política tiene que
ver con nosotros, con nuestras historias, y con los mecanismos psicológicos que
la gente utiliza para decidir si va a apoyar o no a un candidato u otro".
La teoría de la disonancia
cognitiva puede ser un lente poderoso para entender el mundo actual.
La ves en la política, en las
redes sociales, incluso en la ciencia, pues hasta los científicos a veces, en
vez de apreciar evidencia que muestra que su hipótesis es errada, la disputan.
No muchos vivimos en cultos
que predicen el fin del mundo, pero sí en grupos definidos en las redes
sociales donde nuestra identidad está cada vez más ligada a un partido político
o tribu ideológica.
El problema no es la
disonancia en sí misma. La pregunta es ¿qué hacemos con ella?
Si por la disonancia cognitiva
nos aferrarnos a nuestras creencias, ningún argumento nos llevará a moderar
nuestros puntos de vista, sino a atrincherarnos más en ellos.
Y si todas las tribus
ideológicas están haciendo lo mismo al mismo tiempo, eso conduce a una
polarización cada vez mayor.
Pero tal vez al reconocer que
este proceso mental nos sucede a todos, puede llevarnos a considerar nuestras
posiciones de manera más razonable y el autoexamen podría llevar al diálogo.
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