Leonardo Cabrera Diaz. - Vivir de las apariencias y del allante, salir a las calles simulando que todo está bien, y que no se le debe un chele a nadie, es el diario vivir de más de un quintal de gente.
Dicen que cuando estás en
buenas, a muchos amigos
conviene
Pero sí en “cuenca” estás,
ni vecinos, ni primos y ni mujeres
tienes.
Pero siempre hay que tener la
sonrisa y la bandera del ánimo en el
tope del asta.
Caminar y jamás
pensar en tirar la toalla, ni
ante reveses, ni en
momentos adversos.
Cada día trae su propio afán,
con sus mochilas a cuestas,
unas más ligeras y con menos
problemas y dificultades que otras,
Pero todas encorvan y
doblan las espaldas “porque cuando es
mucho, hasta el algodón pesa.”
Y en éste mundo de
apariencias, simulaciones,
y de poses fingidas,
entre afectos y desafectos,
y amores y desamores.
Entre la salud y la
enfermedad,
entre la riqueza y la pobreza,
entre el político y el hombre
de trabajo.
Entre lo real y lo
imaginario, ahí, es donde reside y habita el llamado Síndrome del pato de Stanford
Aquel que tranquilo
y sereno sobre las aguas deleita con su hermoso nadar,
de aquí para allá, y de allá
para acá,
como si el viento
lo empujara y de un lado a
otro lo llevara,
a veces lento,
otras, rápido y con destreza.
Pero es con sus patas,
que por debajo del agua, el pato rema
sin cesar, mientras balancea y zigzaguea su cabeza como diciendo que si.
“Siganme los buenos”
Y se mantiene a flote,
con singular elegancia,
sin que apenas se note
y en casi nada se perciba
el esfuerzo
que hace
y que con sus
patas realiza
Nadar es su meta, mantenerse a arriba,
amén de los trotes
de eso se trata la vida.
Darse por entero, en pie de
lucha, sin miedo a romperse en pedazos, pero cuidando siempre, que así no suceda.
“Estoy un poco lastimado pero
no estoy muerto. Me recostaré para sangrar un rato. Luego me levantaré a pelear
de nuevo.”
John Dryden.
Ese es el mundo y su cruce.
tan raro, tan extraño
que ni mundo parece
Pero al fin y al cabo,
El mundo es.
Con Dios siempre, a sus píes.
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