Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es Licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Ostenta posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Es de nacionalidad cubana y ha recorrido casi todos los niveles y labores de su profesión, desde reportero hasta corresponsal extranjero en prensa plana y radial, así como productor ejecutivo en medios televisivos. Como columnista, Davila Miguel ha sido premiado por la Asociación de Periodistas Hispanoamericanos y la Sociedad Interamericana de Prensa. Actualmente Dávila Miguel es columnista del Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español.
(CNN Español) -- Iba a
llamarlo inefable congresista, porque inefable significa algo que no puede
explicarse con palabras. Pero entonces cómo iba a describir en esta nota al
legislador de Estados Unidos más imaginativo y mentiroso que he visto en mi
vida.
No soy un creyente de la clase
política en general, pero el asunto sorprende mucho más en esta, la primera
democracia del mundo: donde todos somos iguales ante la ley; nuestro voto
decide periódicamente quién nos guiará hacia la felicidad y todo el Gobierno y
sus agencias son nuestros empleados.
Este viernes George Santos fue
expulsado de la Cámara de Representantes por 311 votos a favor de la moción y
114 en contra. Me pregunto qué tendrían en la cabeza los 114 congresistas (112
republicanos y dos demócratas) que no quisieron expulsarlo. Pero, por ahora, el
caso de Santos se da por terminado, al menos políticamente.
Aunque, mirándolo bien, George
Santos como político era un verdadero desperdicio de talento. Equivocó su
carrera. Habría sido un buen novelista, un conocido actor, un líder religioso y
en general, cualquier profesión que transforme legalmente la realidad en un
agradable objeto de arte o de consumo. Su osadía conoció pocos limites: se
declaró judío, pero a veces decía ser católico; dijo que su madre estuvo
presente en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, pero en realidad no
estaba en el país. En una entrevista con The New York Post, Santos admitió que
“embelleció” su currículum cuando se postuló como candidato al Congreso.
Oh, querido George, ¿por qué
no fuiste más calculador al elegir ser político? Te repito, podías haber sido
también un mago. Habrías dado rienda suelta a tu creatividad y no habrías
corrido peligro al verte frente a un juez. Y para los que no han vivido de
cerca la saga del maravilloso congresista George Santos, aquí les expongo
algunas de las acusaciones legales más más graves que enfrenta y algunas
divertidas interrogantes que lo convierten en un enigma viviente: Según la
Comisión de Ética de la Cámara de Representantes, Santos mintió a sus donantes
y usó su dinero para realizar compras en Hermes y Only Fans. Usó el dinero de
la campaña para viajes personales y Botox. Mintió para cobrar prestaciones por
desempleo. Cometió robos de identidad. Mintió al Congreso. Se reembolsó
préstamos que nunca hizo. Mintió acerca de fundar una organización benéfica
para animales. Estafó a un veterano discapacitado cuyo perro se estaba
muriendo. Es posible que haya estafado también a un criador de perros amish con
un cheque sin fondos. En noviembre Santos respondió en su cuenta de Twitter que
el informe era una “repugnante y politizada difamación”.
Mintió sobre dónde fue a la
escuela secundaria y la universidad. Nunca trabajó en Wall Street. Comprobado:
su abuela no fue una víctima del Holocausto. Y no tenía empleados que murieron
en el tiroteo de Pulse. Su sobrina tampoco fue secuestrada. ¿Fue realmente Drag
Queen en Brasil? ¿Estuvo George Santos en Hannah Montana? ¿Era un productor de
Broadway? ¿Y fue realmente periodista en Brasil? ¿Trataron de “asesinarlo” en
diciembre? En resumen: ¿Qué ha dicho Santos sobre su vida que sea realmente
cierto?
Posiblemente nada y tal vez su
existencia no es otra cosa que un producto de nuestra imaginación. Sería mejor
así. Estaríamos más tranquilos y confiados con nuestros representantes
federales. Por cierto, no solo George Santos está en apuros con la ley. También
lo está uno de los demócratas más poderosos del Congreso: Bob Menéndez, exjefe
de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. Menéndez salió ileso de su
primera acusación de corrupción en 2015, pero enfrenta nuevos cargos. En su
residencia las autoridades encontraron un tesoro de pruebas, incluidos cientos
de miles de dólares en efectivo y lingotes de oro, que, aseguran, fueron
obtenidos a cambio de usar su “poder e influencia” para beneficiar al gobierno
egipcio y dos empresarios locales. Aunque se ha declarado inocente de los
cargos en su contra, Menéndez se tambalea, igual que Santos, entre su curul de
representante federal y la cárcel.
Santos, con su habitual
costumbre de enredarlo todo -hasta su prestigio y dignidad- y ante la amenaza
de una expulsión, propuso que no renunciaría a su cargo pero que no se
presentaría a la reelección en 2024. Expulsarlo de la Cámara de Representantes
tenía su tela: Santos no había sido encontrado culpable de sus acusaciones, lo
que propiciaría, como en varios casos anteriores, una salida automática de su
cargo. El otro camino, ya tomado, fue la expulsión por votación, pero hacía
falta dos tercios de la Cámara de Representantes, lo que implicaría que al
menos 77 de sus colegas republicanos debían votar por ella. Fueron 105 los
republicanos que apoyaron la moción y con ese gesto probaron su calidad. Les
importó más conservar la debida ética para el órgano legislativo que integran,
que mantener a un mitómano como Santos, para subrayar su mayoría política.
Lo que verdaderamente no acabo
de entender es qué pensaron los 114 representantes que votaron para tratar de
evitar su expulsión. Tal vez, y de alguna forma misteriosa, la conducta y
ejemplo de todos ellos inspiró a Santos en su decisión de ser un político, en
vez de haber escogido ser novelista, actor, líder religioso o saltimbanqui, lo
que le habría traído una mejor carrera. Aunque nunca se sabe. ¿Podrán las
mentiras salvar a Santos cuando se presente ante el juez?
Texto tomado de https://cnnespanol.cnn.com/2023/12/04/opinion-congresista-republicano-george-santos-orix/
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