Sao Paulo, 26/09/2023.- Hace unos años, la idea de una "amenaza a la privacidad del pensamiento" parecía ciencia ficción distópica, como la novela 1984 de George Orwell.
Pero para Nita Farahany,
profesora de la Universidad de Duke (EE.UU.) especializada en investigar las
consecuencias de las nuevas tecnologías y sus implicaciones éticas, esta
amenaza ya existe y y debe ser tomada en serio.
Este año, la catedrática
iraní-estadounidense publicó el libro The Battle for your Brain: Defending the
Right to Think Freely in the Age of Neurotechnology ("La batalla por tu
cerebro: defendiendo el derecho a pensar libremente en la era de la
neurotecnología").
Pero ¿cómo es posible leer
nuestro cerebro? Bueno, todavía no existe una súper máquina que entre en la
cabeza de una persona y proporcione una lista completa de ideas y conceptos,
como las hay en la ciencia ficción.
Pero, de hecho, Farahany
explica que las defensas de nuestra privacidad de pensamiento han comenzado a
derribarse sin necesidad de examinar directamente el cerebro.
Esto es posible gracias a la
gran cantidad de datos personales que compartimos en redes sociales y otras
aplicaciones, y que después son analizados a través de algoritmos y luego
monetizados.
Hoy en día, las empresas de
tecnología poseen información importante sobre nosotros: quiénes son nuestros
amigos, qué contenido nos genera emoción (y, lo que es más importante, qué tipo
de emoción), preferencias políticas, en qué productos hacemos clic, dónde nos
movemos a lo largo del día y algunas de nuestras transacciones financieras.
"Todo esto está siendo
utilizado por las empresas para crear perfiles muy precisos sobre quiénes somos
y así comprender nuestras preferencias y deseos", dice Farahany en una
entrevista.
"Es importante que la
gente comprenda que ya se encuentran en un mundo donde se leen las
mentes", señala.
Con la creciente popularidad
de los relojes inteligentes -que recopilan datos sobre la frecuencia cardíaca,
los niveles de estrés, la calidad del sueño y mucho más, se está empezando a
explorar otra frontera, la de nuestro funcionamiento interno.
Pero el avance de la
neurotecnología y de equipos que entran en contacto directo con la cabeza,
lleva todo esto a un nuevo nivel, uno con más datos y mayor precisión.
La profesora explica que los
sensores cerebrales son precisamente similares a los sensores de frecuencia
cardíaca que se encuentran en los relojes inteligentes o anillos que miden la
temperatura corporal cuando capturan la actividad eléctrica en el cerebro.
"Y cada vez que piensas,
o cada vez que sientes algo, las neuronas se activan en tu cerebro, emitiendo
pequeñas descargas eléctricas. Se pueden utilizar patrones característicos para
sacar conclusiones", dice.
"Por ejemplo, si ves un
anuncio y sientes alegría, estrés, ira, aburrimiento, compromiso... todas estas
reacciones pueden captarse a través de la actividad eléctrica de tu cerebro y
decodificarse con la inteligencia artificial más avanzada", agrega.
Es decir, estas señales
cerebrales transmiten lo que sentimos, observamos, imaginamos o pensamos.
Farahany dice que la gente necesita comprender y aceptar que sus cerebros "no son enteramente suyos".
Algo que lleva a cuestionar el
concepto de libre albedrío, es decir, el poder de un individuo para elegir sus
acciones.
"Imagínate que al
principio de la semana te propones no pasar más de una hora al día en las redes
sociales. Al final descubres que pasaste cuatro horas al día. ¿Qué pasó?",
reflexiona la catedrática.
"Si existen algoritmos
diseñados para capturarte cuando quieres desconectarte, si recibes
notificaciones cuando pasas demasiado tiempo lejos del celular, si quieres ver
solo un episodio de la serie y el siguiente comienza automáticamente,
¿realmente pudiste usar tu libre albedrío? Son herramientas y técnicas
diseñadas para socavar aquello a lo que te has comprometido".
Farahany, al contrario de lo
que podría pensarse, es una gran entusiasta de los avances de la
neurotecnología.
A lo largo de su libro,
enumera una larga lista de contextos en los que el monitoreo cerebral podría
mejorar la humanidad y salvar vidas.
"Lo que propongo es un
equilibrio. Es a la vez una manera de que la gente vea los aspectos positivos
de la tecnología, pero también de protegerse contra los riesgos más
importantes", afirma.
"Para llegar allí, es
necesario cambiar la forma en que pensamos sobre nuestra relación con la
tecnología. La tecnología rara vez es el problema. Casi siempre es un mal
uso".
"No se trata de adoptar
posiciones absolutas como 'todo esto es malo' o 'todo esto es genial', sino de
intentar definir cuáles son las funcionalidades de esta tecnología para el bien
común y cuáles son los riesgos de su mal uso", añade.
La lista está llena de casos
complejos y de espadas de doble filo.
La neurotecnología podría reducir el número de accidentes mortales monitoreando los niveles de falta de atención y, principalmente, de fatiga que afectan a los camioneros y a los conductores de trenes y metros, por ejemplo.
Esta misma funcionalidad puede
ser abusada por una empresa o escuela en busca de productividad total, en la
que los momentos de distracción de un empleado o estudiante son monitoreados,
registrados y eventualmente castigados.
Una pulsera que capture ondas
electromagnéticas enviadas por el cerebro para mover brazos y manos podría transformar
estos impulsos en señales electrónicas y hacer que las experiencias de realidad
digital o virtual sean mucho más intuitivas e integradas.
Y hay un potencial aún más
importante en este dispositivo: detectar las primeras etapas de una enfermedad
neurodegenerativa. Analizar la actividad cerebral en su conjunto podría
representar un gran avance para la medicina y la longevidad.
Por otro lado, escribe
Farahany en el libro, la misma pulsera también detectará "si estás
realizando una actividad íntima usando las manos en tu dormitorio".
Pero para Farahany, la mayor
preocupación con respecto a la privacidad individual reside en que los
gobiernos poseen una gama cada vez más amplia de datos personales.
Ella informa que el
Departamento de Defensa de EE.UU. financió una empresa que desarrolló un
sistema biométrico que combina datos de ondas cerebrales, estados cognitivos,
reconocimiento facial, análisis de pupilas y cambios en la cantidad de sudor
producido.
En China, un reporte publicado
en 2018 en el South China Morning Post informó que trabajadores de diversas
ramas y miembros de las fuerzas militares del país ya estaban utilizando
monitores de ondas cerebrales para detectar picos emocionales como depresión,
ansiedad o ira.
Además de su uso para mejorar
el rendimiento y, por tanto, los resultados financieros de las empresas, el
informe afirma que el proyecto también buscaba "mantener la estabilidad
social china".
Farahany afirma que, en la
mayoría de los países, las leyes de privacidad no abordan explícitamente el
derecho a la privacidad mental.
"Creo que las Naciones
Unidas deben avanzar hacia el reconocimiento de lo que yo llamo el 'derecho a
la libertad cognitiva'. Un derecho universal que nos dirigiría hacia una
actualización de la privacidad, uno que diga explícitamente que hay un derecho
a la privacidad mental, un derecho a estar protegidos contra interferencias en
la forma en que pensamos y sentimos".
Ella dice que hoy en día se
aplica y se entiende que la "libertad de pensamiento" se refiere
estrictamente a la libertad de religión y de creencias.
"Creo que necesitamos
ampliar este entendimiento para tener protección contra la interferencia, la
manipulación y el castigo del pensamiento".
El problema es que la
tecnología siempre avanza más rápido que el debate y la aprobación de la
legislación, y empresas y gobiernos se aprovechan de los vacíos legales.
"Se trata realmente de
tratar de determinar lo antes posible y, también a medida que la tecnología
evoluciona, cuáles son los beneficios y riesgos. Y luego aclarar lo que está en
juego y desarrollar un régimen regulatorio que aborde eso. Eso no siempre es
fácil de hacer", reconoce Farahany.
El proyecto de Elon Musk
El proyecto de neurotecnología más reconocido tiene varios elementos controversiales: implica la implantación de un chip en el cerebro y está liderado por Elon Musk, un personaje que frecuentemente se lleva los titulares, a menudo por polémicas.
Una de sus empresas,
Neuralink, quiere implantar en el futuro este tipo de dispositivos en el órgano
humano más complejo para curar enfermedades como el Alzheimer y permitir a
personas con enfermedades neurológicas controlar teléfonos móviles o
ordenadores con la mente.
Algunos expertos en la materia
expresan preocupación por el proyecto, generando dudas sobre las implicaciones
de este tipo de tecnología desarrollada por una empresa con fines de lucro.
El pasado mes de mayo, la FDA,
la agencia estadounidense que controla alimentos y medicamentos, autorizó la
primera prueba en humanos.
"No estoy tan preocupada
por el proyecto de Musk. De hecho, soy algo optimista al respecto", dice
Farahany.
"Neuralink promete dos
innovaciones. La primera, es hacer cirugías a través de robots, que realizarían
las partes más delicadas y difíciles de la operación [implante de
neurotecnología]. La segunda, el el desarrollo de electrodos del tamaño de un
cabello que podrían implantarse con mucho menos riesgo para el cerebro
humano".
Hoy en día, pocos cirujanos en
el mundo tienen las habilidades para realizar un procedimiento como este.
"Si quedara gravemente discapacitada hasta el punto de que ya no pudiera comunicarme ni moverme, probablemente buscaría la oportunidad de que me implantaran algún tipo de tecnología neuronal", concluye la experta.
Tomado de https://www.bbc.com/mundo/articles/czv7qz9ey7yo
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