Por Leonardo Cabrera Diaz. - En todos los extractos sociales siempre estará de manifiesto un sentimiento único, sublime, simpar, que bien pudiéramos definirlo como amor, porque alguna definición necesariamente tenemos que darle, pero realmente nos quedamos cortos y muy distantes al tratar de expresar la magnitud y la grandeza de tan noble, entregado y excelso sentir, como el que profesa la mujer Madre.
La mujer Madre, la de grandes
sacrificios, la de sin igual mirada, la de manos seguras y firmes, aquella, que
pone su hambre en espera, para llenar el estómago de sus hijos, mujer única y
valiente, que enfrenta con tesón la frontera de sus debilidades para dar
fortaleza y vigor, que con una hermosa sonrisa disimula y silencia su dolor.
Día de las madres, día de
heroínas sin nombres, día de gladiadoras desconocidas, sin espacio para el
cansancio, que emprenden su rutina diaria vendiendo café en una esquina, en
labores agrícolas, obreras de zonas francas, secretarias, ama de casas,
conserje, servicios domésticos, ejecutivas, profesionales, venduteras, en fin,
en estas o cualquier otra ocupación llámase como se llame, esa mujer madre,
honra la existencia y la dignidad humana.
Día también poses políticas y
muchos mensajes que no dejan de ser solo eso, simples mensajes para cumplir con
una fecha en que la hipocresía se pone de manifiesto a raudales.
Día de abrazos fingidos, mientras crecen los
feminicidios, los abusos y acosos laborales y otros grandes vejámenes que por
su recurrencia se convierten en hábitos y costumbres.
Día de las madres, y qué
bueno, porque a pesar de los infortunios la mujer avanza, crece y algún día
tendrán que desaparecer las desigualdades y obsoleto criterio que aún está
presente en muchos de que sólo es un objeto sexual, y que tienen potestad
eterna sobre sus vidas.
Cuentan que un joven cayó a un
lago y fue atacado por un lagarto, el cual le mordía y lo halaba por sus
piernas, pero las manos de su madre le sostenían por los brazos y ella logró
arrancarlo de la boca del lagarto.
Luego la gente se asombraba
por las marcas dejadas en las piernas del joven por los dientes del lagarto,
pero este, a quienes así se alarmaron por aquellas marcas, les dijo, pero miren
estas, enseñando sus hombros y sus brazos, estas son las marcas de las uñas y
los dedos de las manos de mi madre, que me arrancaron de la bestia.
Que Dios bendiga, hoy y
siempre a ese ser llamado mujer, a todas, sin excepción, pero en especial a la
mujer Madre.
La Bendición mamá.
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