La primera de ellas es que «siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo», es decir, que como reza la frase bíblica, stultorum infinitus est numerus. Grande es nuestra sorpresa cuando caemos en la cuenta de que personas que habíamos considerado racionales e inteligentes se revelan como irremediablemente estúpidas.
La
segunda ley reza: «La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida
es independiente de cualquier otra característica de la misma persona». El
estúpido nace estúpido, por obra y gracia de la Naturaleza, y su proporción es
constante en todo grupo humano.
A
diferencia de otros animales, los humanos cargamos con un grupo de personas que
actúa guiado por una mano invisible que impide la felicidad humana
La
tercera ley dice que los estúpidos son aquellos que causan «un daño a otra
persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí,
incluso obteniendo un perjuicio», algo absolutamente incomprensible para
alguien razonable que se resiste a entender cómo puede existir la estupidez. Todo
ser humano queda enclavado en una de estas cuatro categorías: incautos,
inteligentes, malvados y estúpidos.
Cuarta ley, «Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas». Lo problemático es que la estupidez es muy peligrosa, puesto que a las personas razonables les es complicado entender el comportamiento estúpido. Mientras que podemos comprender el proceder de una persona malvada (que sigue un modelo de racionalidad), no ocurre así con la estúpida, frente a la que estamos completamente desarmados: su conducta es imprevisible y su ataque no se puede anticipar. Además, el estúpido no sabe que lo es.
La
quinta y última ley indica que «la persona estúpida es el tipo de persona más
peligrosa que existe», pues de su actuar no se sigue una vacua nada, sino un
peligroso vacío en el que cabe toda posibilidad.
“Las
personas estúpidas son más peligrosas que las malas. Esto se debe a que, si
bien podemos protestar o luchar contra las personas malvadas, estamos
indefensos contra los estúpidos: las razones caen en oídos sordos, Dietrich Bonhoeffer (4 February 1906 – 9
April 1945).
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