El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha gastado un enorme capital diplomático en contrarrestar el ataque ruso a Ucrania.
Su
gobierno transmitió implacablemente advertencias sobre una posible invasión
inminente por parte de Moscú, que finalmente se materializó, y declaró que
estaba en juego nada menos que el orden internacional.
Pero Biden también ha dejado en claro que los estadounidenses no están dispuestos a combatir, aunque los rusos claramente lo están.
Además,
descartó enviar fuerzas a Ucrania para rescatar a ciudadanos estadounidenses,
si llegara el caso. De hecho, sacó del país tropas que estaban sirviendo como
asesores y monitores militares.
¿Por
qué ha trazado el mandatario esta línea roja en la crisis de política exterior
más importante de lo que lleva de presidencia?
No están en juego sus
intereses de seguridad nacional
En
primer lugar, hay que recordar que Ucrania no está en el vecindario de EE.UU.
ni se encuentra en su frontera. Tampoco alberga una base militar
estadounidense. No tiene reservas estratégicas de petróleo y no es un socio
comercial importante.
Pero
esa falta de interés nacional no ha impedido en el pasado que gobiernos
estadounidenses hayan gastado sangre y recursos de su país para defender a
otros.
En
1995, Bill Clinton intervino militarmente en la guerra que siguió al colapso de
Yugoslavia. Y en 2011, Barack Obama hizo lo mismo en la guerra civil de Libia,
alegando tanto motivos humanitarios como de derechos humanos.
En
1990, George HW Bush justificó su coalición internacional para expulsar a Irak
de Kuwait defendiendo el Estado de derecho frente a la ley de la selva.
Los
principales funcionarios de seguridad nacional de Biden han usado un lenguaje
similar al describir la amenaza de Rusia a los principios internacionales de
paz y seguridad.
Pero,
hasta ahora, han hablado de una guerra económica a través de sanciones
paralizantes como respuesta, no de operaciones militares.
Biden no es partidario del
intervencionismo militar
Esta
postura tiene algo que ver con los instintos no intervencionistas del
presidente Biden.
Por
supuesto, estos se fueron desarrollando con el paso del tiempo. En el pasado,
por ejemplo, el actual mandatario apoyó la acción militar estadounidense en la
década de 1990 para hacer frente a los conflictos étnicos en los Balcanes.
También
votó a favor de la invasión estadounidense de Irak en 2003. Pero, desde
entonces, se ha vuelto más cauteloso a la hora de usar el poder militar
estadounidense.
Así,
se opuso a la intervención de Obama en Libia, al igual que a su decisión de
incrementar las tropas en Afganistán. De igual modo, sigue defendiendo
enérgicamente su orden de retirar las fuerzas estadounidenses de Afganistán el
año pasado a pesar del caos que la acompañó y la catástrofe humanitaria que
dejó a su paso.
Por
su parte, el jefe diplomático de su gobierno, Antony Blinken —quien ha ayudado
a concebir la política exterior de Biden— ha definido una seguridad nacional
estadounidense más enfocada a combatir el cambio climático, luchar contra las
enfermedades globales y competir con China que en términos de intervencionismo
militar.
Los estadounidenses tampoco
quieren una guerra
Una
encuesta reciente de la agencia AP y el Centro NORC para la investigación de
Asuntos Públicos de la Universidad de Chicago concluyó que 72% de los
consultados en EE.UU. dijo que su país debería desempeñar un papel menor en el
conflicto entre Rusia y Ucrania, o ninguno en absoluto.
Mas detalles https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60533005
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