Presentamos una reseña de los
primeros capítulos del libro La tiranía del Mérito (¿qué ha sido del bien
común?) de Michael Sandel.
Michael Sandel (Mineápolis, Minesota, 5 de marzo de 1953), es un filósofo político y profesor estadounidense de origen judío. Es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, donde su curso Justice fue el primer curso de la universidad que estuvo disponible gratuitamente en línea y en televisión. Ha sido visto por decenas de millones de personas en todo el mundo, incluso en China, donde Sandel fue nombrada la "figura extranjera más influyente del año" (China Newsweek). También es conocido por su crítica de A Theory of Justice de John Rawls en su primer libro, Liberalism and the Limits of Justice (1982).
Fue elegido miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias en 2002
¿Es la meritocracia un ideal regulador deseable a la hora de organizar nuestra sociedad? En La tiranía del mérito, el profesor Michael Sandel explora las aristas de esta problemática, planteando un debate que atañe a cuestiones nucleares de las teorías de la justicia distributiva y apela señaladamente a las particularidades del escenario político estadounidense, aún resacoso del mandato de Donald Trump.
En el primer capítulo, Sandel presenta la brecha entre “ganadores y perdedores” que la lógica meritocrática ha trazado en el panorama sociopolítico estadounidense. Desposeída de su pretendida aura inspiradora, la meritocracia ha fomentado actitudes “poco atractivas desde la perspectiva moral”: entre los ganadores promueve la “soberbia” de quienes se saben privilegiados por derecho propio; entre los perdedores inocula la “humillación” resultante de ser los responsables de su propio fracaso, además de un “resentimiento” (p. 37) contra las élites.
Esta división dañina entre
ganadores y perdedores ya fue propuesta por MichaelYoung en El triunfo de la
meritocracia, libro que el autor referencia en varias ocasiones.
De acuerdo con la naturaleza
divisoria de la meritocracia, Sandel propone la tesis de que la victoria
electoral de Trump en 2016 tiene mucho que ver con haber sabido capitalizar la
humillación y el resentimiento de los perdedores de la globalización y haberles
prometido una reparación moral ante los “agravios legítimos” del sistema meritocrático
que los ha relegado a la marginación.
La potencia sugestiva de esta
explicación es considerable, y aunque no creo que se trate de una afirmación
del todo exhaustiva respecto a la realidad poliédrica a la que se refiere, logra
revestir la idea de mérito con una carga de significación suficiente para justificar
su rol central en el análisis.
En el segundo capítulo, se
realiza un breve y selectivo recorrido por la historia de la idea de mérito.
Sandel se centra en relacionar la idea contemporánea de mérito con los debates
teológicos entorno a la salvación del alma y la obtención de la gracia divina,
en especial con la concepción protestante del trabajo analizada por Max Webber
en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Sandel, siguiendo a Webber,
sugiere que el modelo de laboriosidad y acumulación que propició el surgimiento
del capitalismo en la Europa septentrional nace de un deseo de reconocimiento moral
de las propias obras más allá del “suspense insoportable” ofrecido por el ideal
calvinista de predestinación extrema.
Así, el trabajo duro y vocacional
sería un signo de favor divino; “el éxito terrenal es un buen indicador de
quiénes están destinados a la salvación”.
La meritocracia actual
recupera esta noción de merecimiento de forma secularizada, asociando el éxito
socioeconómico (y la ausencia de este) con una dura noción de merecimiento (o
no merecimiento) moral, análoga a la visión puritana de la salvación a través
del trabajo duro.
Se configura así una “noción providencialista”
de la brecha meritocrática, mediante la cual cada uno obtiene lo que
genuinamente se merece.
Sandel defiende que este
discurso ha calado hondo no solamente en un plano interpersonal, sino también
en la consideración misma de que la hegemonía política de los Estados Unidos va
ligada a su superioridad moral; “el tropo retórico consistente en explicar el
poder y la prosperidad de Estados Unidos en términos providencialistas” .
En el tercer capítulo, Sandel
vuelve sobre el trasfondo tóxico del mensaje meritocrático y las condiciones
diversas que hacen de él una “tiranía del mérito”.
La “retórica del ascenso” (quien
trabaje y tenga talento, tendrá éxito) y la “retórica de la responsabilidad”,
(el individuo se autodetermina, por tanto, es responsable de su situación, ya
sea esta privilegiada o desfavorecida), conforman una mezcla explosiva que
caracteriza “la faceta cruel de la meritocracia”, culpabilizando a los
desfavorecidos de su propia situación y consolidando la justa superioridad de
los exitosos.
El autor destaca el cinismo
del mensaje meritocrático en el panorama estadounidense, a la luz de la desigualdad
económica galopante y de lo estadísticamente infrecuente que es el ascenso
social fulgurante prometido por el sueño americano.
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