Simeon Familia nos trae otra interesante entrega, esta vez nos traslada al ambiente citadino de la Duarte con Mella.
La hora no importa, lo cierto
es que era próximo medio día. El oleaje humano se hacía presente, con
movimientos en todos los sentidos, personas transitando a velocidades
incalculables. A pesar del tumulto, parecería que nadie existe por allí,
Avenida Duarte casi esquina Ramón Matías Mella. Todo el mundo estaba en lo
suyo, guagüitas pregonaban chinolas, limones agrios, papas y cebollas. Nadie le
interesaba el otro transeúnte; quizás
un brechero de la vida o un estudioso del comportamiento humano podría ponerle
atención a la escena. El caso es que cada quien estaba en lo suyo.
Un mozalbete de algunos once o doce años de edad, ropa sucia y un tanto rota, con furia y diciendo improperios, levantaba por el cuello a otro de algunos siete años, pegándole la espalda a un poste del tendido eléctrico. El niño asido al poste era de piel oscura y en su cuerpo se dibujaba la crisis y la irresponsabilidad del Estado y de sus progenitores, en su cabeza, pareciera que era el poco cabello que interrumpía el libre desarrollo de los hongos.
Aun sosteniendo el débil
muchacho en las alturas, con mucha autoridad le ordené que lo soltara, pero no
me hizo caso, me miró como fiera a la que quitaron su presa; y en contra de su
voluntad, bajó lentamente aquella desdichada criatura, la que emprendió la
huida, hasta perderse en la multitud.
De inmediato pregunté: "
por qué haces eso", a lo que me respondió: "e que él viene a metese
con mi trabajo". Y cuál es tu trabajo, de inmediato pregunté,
respondiéndome él con autoridad: " e que yo pido aquí".
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