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ITALIA DE PENALTI EN PENALTI GANA EUROCOPA


Del viejo Wembley al nuevo, 55 años después de aquel gol fantasma de Hurst en el Mundial de 1966, Inglaterra sigue sin ganar nada, expulsada a las puertas de la gloria porque otra nefasta tanda de penaltis le impidió remediar todos los chascos del pasado.

Ganó Italia, con Donnarumma estelar al detener dos lanzamientos y tan afortunada en ese arte como lo fue en las semifinales contra España, y Wembley pasó de la fiesta al funeral, un desenlace trágico para los británicos mientras los azules festejaban a lo grande abrazados a su portero, un héroe gigantesco para la eternidad.

Después de un mes dando la turra con el ‘Football’s coming home’ y el ‘Sweet Caroline’, Inglaterra maldice su destino y la bella Italia, quien seguramente hizo más para evitar que el campeón saliese desde el punto fatídico de los once metros, suma su segundo título en el torneo, que ha resultado ser un pasatiempo de lo más divertido en este periodo estival.

Despertó la final con una efervescencia inusual, descontrolado Wembley porque en dos minutos ya se había marcado un gol. Nunca, en el día de autos, llegó tan pronto una celebración e Inglaterra saltó hasta el cielo con el tanto de Luke Shaw, quien cazó un centro de Trippier para dignificar el estupendo trabajo de los laterales en esta Eurocopa. El gol, sin embargo, nació en los pies de Harry Kane, quien recogió la pelota en su campo y organizó un ataque sensacional, como todo lo que hace. Kane, al que le llovieron palos de todos los colores porque en la primera fase no veía puerta ni por asomo, es mucho más que el pedazo de delantero que es. Es, simplemente, un jugadorazo sublime.

Como es tan bueno, Southgate le utilizó casi más como mediapunta, pues tenía la buena referencia de Dani Olmo en la semifinal entre Italia y España. Olmo, ya se ha contado hasta la saciedad, hizo un partido magnífico y desquició a los centrales italianos, dos caimanes que sufren si no pueden exprimir el arte del cuerpo a cuerpo, el pisotón en silencio, el codo con el balón aéreo. Bonucci y Chiellini se quedaron otra vez sin marcas y la aparente ausencia de trabajo resultó ser todo lo contrario.

Italia toma el mando

En cualquier caso, y después de ese inicio tan alentador, Inglaterra no hizo mucho más en todo el primer tiempo. Contemporizó a partir de la media hora, como ha hecho en todo el torneo, y le entregó la pelota a Italia sin ruborizarse, lo más difícil ya lo había hecho. Además, como a los italianos les costó un mundo controlar los nervios y la ansiedad, vivió con cierta placidez en su cueva, únicamente alterada su poblada defensa de cinco con disparos lejanos de Insigne, de Inmobile o hasta de Bonucci. Uno de Chiesa, en el minuto 35, fue el más peligroso, a un palmo del poste de Pickford.

Jarreaba en Londres, más dramatismo si cabe, y todo siguió igual en la reanudación, prudentes los entrenadores en sus pizarras y sin alterar demasiado el plan. Sterling, sospechoso habitual del arte del piscinazo, reclamó penalti por derribo de Bonucci (no todos los días se lo van a pitar, suficiente fue con el de Dinamarca) e Insigne tuvo una muy buena opción con una falta en la frontal y otro disparo, apenas sin ángulo, que despejó como pudo Pickford, probablemente el primer portero inglés de la historia al que no se le recordará por algún fallo calamitoso. Esa cómica lista, por cierto, es interminable.

 

No había nada de nada en Inglaterra, la nada más absoluta, y a Italia no se le puede negar el dominio ni las ganas, si bien tampoco tuvo una noche de la que presumir. Dominó y trató de finalizar sus jugadas, premisa básica en el fútbol, y Chiesa, el mejor con muchísima diferencia y con la portería entre ceja y ceja, casi logra el empate, pero su disparo encontró una buena mano, abajo, de Pickford.

Se lo merecía la Azzurra y encontró su premio en un saque de esquina, muy vivo Bonucci para cazar el gol después de un paradón de Pickford a remate de Verratti en el segundo palo. El tanto del interminable defensa acongojó a los británicos, Wembley mascullaba ante otra posible tragedia y Southgate, por fin, rompió su muralla y prescindió de los tres centrales, pero cada vez les costaba más defenderse de las embestidas azules. Italia, llegados a ese punto, vio que la remontada era factible e incluso la buscó porque quería ahorrarse la prórroga, se sentía netamente superior. La lesión del estupendo Chiesa, sin embargo, le hizo perder esa alegría que aportaba el delantero de la Juventus.

Como no podía ser de otro modo en esta Eurocopa, hubo 30 minutos de regalo, octava prórroga en el torneo. No pasó gran cosa, la aparición de Grealish, una aparatosa intervención de Pickford y la durísima entrada de Jorginho al propio Grealish fue lo más interesante, y tanto Italia como Inglaterra asumieron que su suerte estaba en los penaltis, qué desenlace tan cruel. No hay nada más emocionante que una tanda cuando no te importa demasiado el campeón, pero para los implicados es una tortura.

Rashford y Sancho, que habían entrado solo para eso, fallaron sus tiros y Saka también chocó contra Donnarumma, al que le espera un contrato con el PSG y la eternidad. Italia, que ni siquiera estuvo en el Mundial de Rusia, vuelve a ser grande, una competidora irrepetible que renace con la atractiva propuesta de Mancini. 

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