Hace 62 años la sociedad dominicana, mandada por el dictador Rafael Leónidas Trujillo, se sacudió con la llegada de la expedición del 14 de junio del 1959, un costoso fracaso militar que determinó el inicio del derrumbe de la larga tiranía.
La
legión, que partió de Cuba, con el respaldo del gobierno de Fidel Castro, fue
diezmada por la maquinaria represiva de Trujillo.
Sin
embargo, el acontecimiento debilitó política, social y económicamente a la
dictadura y acicateó las conspiraciones internas que culminaron con el
ajusticiamiento del sátrapa el 30 de mayo de 1961.
Causó horror la eliminación de la mayoría de guerrilleros, pues entre ellos se hallaban intelectuales, profesionales, algunos obreros y otros pocos campesinos, unidos por el propósito de deponer a la tiranía y crear un clima de libertades públicas en la República Dominicana, sometida durante 31 años por el opresor.
“En
junio de 1959, con apoyo cubano, llegaron a tierra dominicana tres expediciones
para luchar contra el tirano Trujillo. Una de ellas fue trasladada en un avión
que aterrizó en Constanza el 14 de junio. Otra llegó en una embarcación por
Estero Hondo y la última por Maimón. Ambas expediciones marítimas llegaron el
20 de junio. Las fuerzas de la dictadura abortaron el intento...”, recapituló
el historiador cubano José Abreu Cardet en el artículo “1959: De las
expediciones, los dictadores y los héroes”, publicado en la revista Clío.
“Fue
precisamente esa victoria moral y política de La Raza Inmortal̶ como también se
conoce a los mártires del 14 de junio el detonante que sacudió la conciencia
dormida de muchos dominicanos, que se encontraba sumida en una pesadilla que
había comenzado en aquella lejana mañana del 23 de febrero de 1930 cuando en
Santiago de los Caballeros se iniciaron los primeros pasos efectivos que dio
Trujillo para asaltar el poder con el derrocamiento del gobierno constitucional
del ya anciano presidente Horacio Vásquez...”, argumentó el historiador
dominicano Juan Daniel Balcácer, en su libro Trujillo el tiranicidio de 1961.
El
arribo de la expedición
La
esperada legión, de cuya organización los servicios de espionaje trujillista
tenían muchos detalles, finalmente llegó el domingo 14 de junio de 1959.
Entonces, un avión D-49, con insignias de la Aviación Militar Dominicana,
aterrizó en el aeropuerto de Constanza con 54 expedicionarios procedentes de
Cuba, dirigidos por Enrique Jiménez Moya.
A
continuación se produjo un enfrentamiento con una patrulla y murieron un
oficial y varios soldados. Los expedicionarios se dividieron en dos grupos: uno
con 34 hombres al mando del dominicano Enrique Jiménez Moya; otro de 20
miembros, comandado por el cubano Delio Gómez Ochoa.
De
acuerdo con el relato del fenecido historiador Emilio Cordero Michel, Jiménez
Moya enrumbó con su grupo hacia El Río y Tireo, al norte, franjas muy pobladas,
mientras los demás se fueron hacia la zona de Los Botados, en dirección
sureste, donde la densidad poblacional era bajísima y había escasas fuentes de
suministros alimenticios.
El 15
de junio la aviación trujillista bombardeó las montañas de Constanza, y el
régimen desplegó unos 3,000 soldados, camiones y armamentos en el área.
Los
guerrilleros no lograron avanzar. Primero cayó la columna dirigida por Jiménez
Moya, fallecido en combate, junto a varios de sus compañeros. Los demás fueron
apresados.
La
aviación y la marina continuaron la vigilancia y el 20 de junio la lancha
Carmen Elsa llegó a Maimón, con 96 guerrilleros, comandada por José Horacio
Rodríguez y finalmente capitaneada por José Messón. También La Tínima fondeó en
Estero Hondo con unos 48 expedicionarios.
Ambas
embarcaciones recibieron una intensa embestida y la mayoría de los guerrilleros
falleció. Los sobrevivientes fueron apresados en playas y arrecifes.
Una
escuadrilla ametralló y bombardeó el poblado y la playa de Sosúa, según el
Despacho Semanal No. 50 del embajador de EE.UU, Joseph Farland, del 31 de julio
de 1959.
Las
operaciones represivas fueron dirigidas por el jefe del Estado Mayor Conjunto,
Rafael Leónidas (Ramfis) Trujillo Martínez
“El
flamante jefe del Estado Mayor Conjunto reclamó a su padre su precio, que
estimó en diez millones de dólares, actitud ésta que provocó grandes conflictos
entre padre e hijo y que arrastró a varios miembros del gabinete y a otros
familiares y relacionados con el vástago mayor del jefe de Estado”, contó
Virgilio Álvarez Pina, antiguo colaborador del dictador en su libro Memorias de
don Cucho.
Martirios
y muertes
En la
expedición participaron 220 hombres, entre los que se encontraban 148
dominicanos. El resto estaba conformado por extranjeros, entre los que se
hallaban 22 cubanos, 13 venezolanos, seis puertorriqueños, dos norteamericanos,
dos españoles y un guatemalteco.
“De
los 198 expedicionarios llegados el 14 y el 20 de junio, el 29% murió en
labores bélicas; el 16% fue apresado, estando herido y fue rematado en el lugar
y un poco más de la décima parte (15%) fue apresado ileso y fusilado en el
lugar de la rendición. Casi la mitad (40%) llegó ilesa a la Base Aérea de San
Isidro luego de ser apresada y un poco más de la tercera parte, un 36%, fue
triturada en las cámaras de tortura. Los que resistieron fueron finalmente
masacrados en el Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA) ante
pelotones de ejecución. Quedaron solamente seis expedicionarios con vida,
equivalentes al 3% y, un total, el 97% murió heroicamente”, contó Cordero
Michel.
Sobrevivieron
los dominicanos Poncio Pou Saleta, Mayovanex Vargas y Francisco Medardo Germán
y los cubanos Delio Gómez Ochoa, veterano de Sierra Maestra, y Pablito Mirabal,
un adolescente. Resistió Gonzalo Almonte Pacheco, desaparecido luego por
esbirros de la dictadura.
De
acuerdo con Cordero Michel, el equipo bélico utilizado por Trujillo tenía
cuatro compañías de morteros de 120 mm., cuatro baterías de artillería y varios
pelotones de tanques y carros de asalto, todos los pilotos con sus respectivos
aviones (menos seis que se accidentaron y dos que murieron) y tres buques de la
Marina de Guerra.
Los
gastos militares del régimen fueron asombrosos, explicó el historiador, porque
se consumieron cantidades fabulosas de material bélico, y el propio Ramfis
evaluó los gastos y las pérdidas en 50 millones de dólares. Hubo que reponer
las pérdidas materiales de inmediato, porque el tirano esperaba nuevas
expediciones de exiliados.
Fuente: diariolibre.com
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