Tras
una sonrisa, un cuchillo escondido.
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Obstrucción,
tratamiento a base de silencio y engaños. ¿Es tu colega, simplemente, una
persona perversa, o hay algo más detrás de este comportamiento?
Imagínate
estos escenarios de trabajo:
Pides
a un colega los documentos necesarios para llevar el proyecto al siguiente
nivel. No recibes respuesta.
Luego
le preguntas algo sobre la fotocopiadora. Hace como que no te oyó.
Durante
una reunión, tu colega hace bromas sarcásticas sobre temas sensibles delante de
otros para avergonzarte.
Todos
lo hacemos
La
gravedad del comportamiento varía según las personas. "Mucha gente muestra
un comportamiento levemente pasivo-agresivo de vez en cuando", dice Ni.
"Si
he discutido con un amigo y no le llamo inmediatamente, esto no significa que
sea clínica o patológicamente pasivo-agresivo. Pero las personas
patológicamente pasivo-agresivas tienden a utilizar su comportamiento como
instrumento para sobrevivir, relacionarse e interactuar con el resto de la
gente".
Una
persona se burla de otra
La
persona pasivo-agresiva está dando rienda a una ira acumulada en algún punto,
por alguna circunstancia, no necesariamente relacionada contigo.
El
proesor Ni cree que este comportamiento en su forma más extrema, cuando se
vuelve más patológico, proviene de dolor generado durante la infancia, cuando
una persona fue ridiculizada o alguien negó sus sentimientos.
"En
algún punto, la humanidad de la persona fue negada", explica.
Si
esos sentimientos se suprimen durante años, esa ira se manifiesta eventualmente
de forma que no es constructiva, según Ni.
Se
desarrolla un instinto de supervivencia. La persona pasiva-agresiva luchará
contra la opresión, sea real o solo percibida.
En
el trabajo, poner trabas a un proyecto a través del tratamiento silencioso o
una limitada comunicación se convierte en un mecanismo para salir adelante.
Sin
comunicación
Cuando
una ejecutiva alemana del sector de los bienes de consumo negoció una mejor
posición para ella en el trabajo, se encontró de pronto con que varios de sus
compañeros basculaban entre ser fríos y agradables.
"Normalmente,
somos un departamento muy hablador", explicó la mujer, de 35 años.
La
ejecutiva envió un correo electrónico a sus compañeros para preguntarles si
todo iba bien, pero sus colegas no respondieron. Nada.
Una
persona rompe un lápiz
Hay
que resistir la tentación de dejarse arrastrar por la negatividad.
En
lugar de decirle que pensaban que su movimiento era injusto, o que creían que
si ella aceptaba esas responsabilidades sin un aumento de sueldo o un puesto
mejor, esto haría que para ellos fuera más difícil ser recompensados tras un
ascenso, simplemente le dieron la espalda.
"Ni
lo confirmaron ni lo negaron", dijo ella.
Aturdida
por las confusas señales, la mujer se dio cuenta de que su desempeño empeoraría
si no hacía nada.
"Mi
jefe esperaba cosas de mí, así que tuve que forzar a mis colegas a que me
hablaran".
Ella
mantuvo su profesionalidad y las discusiones sobre el trabajo, abandonando lo
que habían sido amistades más personales y la sociabilidad en el trabajo.
"No
estoy interesada en reconstruir la relación personal si alguien puede cambiar
su actitud con respecto a ti de esa manera", afirmó.
Voltear
la tortilla
Y
es que, más que dejarse arrastrar por colegas pasivo-agresivos, hay que
responderles con amabilidad.
"Ser
positivo es la mejor manera de no perder más energía en esto", dice la
ejecutiva alemana.
El
profesor Ni, por su parte, ofrece múltiples estrategias para manejar el
comportamiento pasivo-agresivo, incluido utilizar el humor y la charla
sobrecosas sin importancia para voltear la tortilla.
Una
persona finge que no escuchó
"¿Qué?
¿Qué dijiste? No te oigo..". Una estrategia clásica pasivo-agresiva.
Entre
otras, recomienda usar respuestas ingeniosas, manteniéndote firme, y
permaneciendo alejado de las personas pasivo-agresivas si nada resulta. También
recomienda documentar el comportamiento para efectos de la gerencia y de
recursos humanos, incluyendo guardar emails que sirvan de evidencia.
En
el fondo, el comportamiento pasivo-agresivo está arraigado en un sentimiento de
impotencia, dice. "Puedes animar a tu colega a elevar su voz, mientras que
manifiestas tu preocupación con hechos y números, no con juicios", dice.
El
poder
El
innato sentido de impotencia que suelen tener los pasivo-agresivos hace que
algunos se dediquen a "tomar rehenes".
Utilizan
su poder o su posición en una organización para llevar a cabo su voluntad,
según el escritor y consultor en liderazgo John Townsend.
Lee
también: Tres estrategias básicas para enfrentar a un jefe controlador
Puede
que estas personas amenacen con abandonar la empresa o empezar una sutil huelga
personal para bloquear o obstruir, si otros no cooperan con su forma de
trabajar.
Una
persona gesticula con un teléfono en la mano
Las
personas pasivo-agresivas pueden convertirse en una fuente de enorme
obstrucción si se las deja a sus anchas.
Townsend
trabajó una vez con una empresa estadounidense donde imperaba una cultura del
miedo.
Los
trabajadores sentían que no podían cometer errores sin activar a una persona
que era muy crítica y sentenciosa, pero también muy valorada.
Townsend
llevó a cabo sesiones de entrenamiento con ese hombre y le hizo los comentarios
pertinentes, pero él se apresuró a negarlo todo.
El
hombre estaba tan seguro de que las quejas no eran verdad que estuvo de acuerdo
en escuchar a su colegas en una reunión moderada por Townsend.
"Cuando
le tocó a la cuarta persona hablar, el hombre estaba llorando", recuerda
Townsend.
En
otras sesiones, el trabajador admitió que su padre era un hombre crítico y que
él había aprendido a ser malvado con el resto para impedir que su padre le
hiciera sentir mal.
Las
palabras del resto del equipo le animaron a hacer introspección. "En 30
días, había abandonado la actitud de puercoespín y todo funcionaba bien",
dijo Townsend.
Llamada
de ayuda
En
otro caso, cuando un fabricante estaba perdiendo clientes, Townsend descubrió
que un empleado que estaba creando cuellos de botella en el flujo de
información, evitando que los datos de las ventas llegasen a tiempo para los
informes.
El
hombre siempre ponía muchas excusas. "Mi hijo estuvo enfermo, o me quedé
en un atasco, o alguien no está ayudando", decía.
Lo
que pasó es que cuando no fue ascendido como él esperaba, empezó a sabotear
inconscientemente el negocio.
"Venía
de una familia en la que no podía ser honesto y decir la verdad, o sus padres
se enfadaban. Aprendió a ser una persona indirecta", dice Townsend.
"El
hombre tenía miedo a las represalias, a que la gente le mirara por encima del
hombre o le castigase de alguna forma", explica.
Townsend
hizo guiones de algunas conversaciones y las teatralizó con él.
Al
final, la medicina mágica fue que el hombre ganase en valentía para poder decir
"que algo le gustaba o le irritaba, o le agobiaba", dice Townsend.
"Cuando
se volvió más directo, de pronto los atascos en el trabajo
desaparecieron", afirma.
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