Se lo conoce como "el reto
Charlie Charlie", se parece al juego de la ouija, y desde hace días se ha
convertido en un furor en las redes sociales.
El juego es muy simple: hay que
colocar en equilibrio dos lápices en forma de cruz sobre un papel con las
palabras "sí" y "no" y hacerle preguntas a un supuesto
demonio de origen mexicano llamado Charlie que contesta moviendo el lápiz hacia
una de las palabras.
Quienes creen en los fenómenos
paranormales no tienen dudas: el movimiento -y la respuesta- está dictado por
Charlie.
Los que no, si es que no lo
saben, se preguntan por qué.
Entonces, ¿por qué se mueve el
lápiz?
En principio, por la fuerza de
gravedad y la posición delicada e inestable en la que se encuentran los
lápices.
A diferencia del juego de la
ouija, nadie está en contacto con el objeto que se mueve.
Si pruebas ponerlos en la
posición que indica el juego te darás cuenta de que, aunque no le hagas
pregunta alguna, los lápices se mueven -o pueden hacerlo- de todas maneras.
La posición de los lápices es tan
inestable que la menor variación en el ambiente que los rodea puede afectar su
equilibrio.
Es decir, un pequeño temblor en
la superficie donde están apoyados o un ínfimo movimiento de la corriente de
aire provocado por la respiración, pueden hacer girar el lápiz hacia un lado u
otro.
El problema es que a diferencia
de la ouija, donde los jugadores deben apoyar su mano en un plato o una copa (y
por ende están en contacto con el objeto que se mueve), en este juego, los lápices
parecen moverse solos -o de acuerdo a los "designios" de Charlie-.
¿Y si no se mueven?
Si motivado por la reacción en
las redes lo pusiste a prueba, puede que te haya pasado lo mismo que nos pasó a
muchos: los lápices no se inmutaron.
Eso ocurre cuando no están
alineados perfectamente o cuando la superficie de contacto (por ejemplo si el
lápiz tiene una superficie facetada) es demasiado grande.
En ese caso, se produce demasiada
fricción y no se genera movimiento.
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