San Cristóbal, Por Julio César García. – Dar el siguiente paso casi siempre sale de forma absolutamente natural, nada que pensar: doy un paso y luego el siguiente, está completamente aprendido desde que el primer hombre dejó de brincar de árbol en árbol y se puso a caminar, o en otro sentido, desde que el ser humano creado por la divinidad fue puesto de pies en el paraíso.
Caminar es un acto tan natural
como el respirar (por lo obvio, no hay que mencionar en el inmenso universo que
distancia una acción de la otra), es tan común ver caminar a alguien, que casi
nunca reparamos en aquellos que no pueden hacerlo y, sí, ahí están, millones de
seres humanos que por múltiples razones no pueden caminar.
Pensar en buscar soluciones médicas
para todos es un buen ejercicio, pero no siempre es útil; pensar en buscar
soluciones prácticas para hacer sus vidas más cómodas, esto sí debe ser tarea
de todos, muy especialmente de las autoridades.
En estos tiempos hablamos en
todos los escenarios de inclusión y de los derechos de las personas que viven
con discapacidad, pero a la hora de sacar cuentas, no nos dan, seguimos en
deuda, seguimos esperando que un milagro obre ese cambio tan necesario en las
mentalidades de los que toman decisiones en las obras que se construyen en
nuestras ciudades.
No existe por ley un marco
regulatorio que obligue a quienes construyen a realizar los diseños con modelos
que permitan a las personas con movilidad limitada tener accesos adecuados a
todas las instalaciones y esto se ve en escuelas, centros deportivos, centros
sanitarios, centros para diversión o tiendas, a pesar de lo que señala la ley
5-13, en su artículo 15 “Políticas de accesibilidad universal. Las políticas de
accesibilidad universal tienen como finalidad asegurar a las personas con
discapacidad el acceso efectivo al entorno físico, al transporte, la
comunicación, la información y al conocimiento, incluidos las nuevas
tecnologías de la información y las comunicaciones y a otros servicios e instalaciones
abiertas al público, tanto en las zonas urbano marginal como rurales”.
Todos tenemos responsabilidad
en este tema y desde nuestros espacios debemos generar la suficiente empatía
para que se realicen cambios y desde todos los ámbitos debemos presionar para
que la inclusión no sea sólo en lo que respecta a las preferencias sexuales,
más bien, que sea en lo que tiene que ver con la condición humana.
Nuestras autoridades deben
escuchar los gritos que salen de lo más profundo del corazón de aquellos que
son marginados y entender que lo que para nosotros es un acto tan cotidiano
como respirar, para ellos es una terea sin posibilidades de ser realizada.
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