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Conexiones inesperadas: cuando el azar juega su papel


San Cristóbal, 12/05/2024.-
 La ruleta gira, el tiempo avanza a galope, cada vuelta de esa ruleta que carga un universo de esperanzas para unos ojos que parecen atados a cada movimiento de ese pequeño objeto de metal que sobre esa ruleta da giros y saltos.

En un extremo de la mesa está el abogado que, vestido de chaqueta negra, pantalón gris y esa camisa que ya no es tan blanca debajo de la chaqueta, esa camisa que ha soportado esas gotas de sudor que corrían esta mañana como río desbordado por su espalda mientras subía por las escaleras al cuarto piso del palacio de justicia.

Al lado del abogado está el dueño del apartamento donde vive la amante del diputado de mi provincia, este señor que según su esposa que es prima de la esposa del abogado no tiene tiempo para recoger a los niños en el colegio donde estudia la hija del abogado, a quien también ella tiene que recoger porque el abogado vive muy ocupado atendiendo los negocios del dueño del apartamento donde vive el doctor.

El doctor que deja de consultar en las tardes, porque en las tardes está realizando un entrenamiento en la capital y no puede dejar de asistir ya que de esto depende que siga su aprendizaje, mientras sobre la ruleta se mueve este objeto redondo los dedos del ingeniero que construyó el edificio con aquel diseño tan novedoso y que ha quedado ¡tan bonito!, como dicen quienes lo conocen, esos dedos no pueden estarse tranquilos, se aprietan unos contra otros, se sacuden y se entrelazan, sudan y secan su humedad contra el pantalón jean del ingeniero.

Los segundos parecen horas interminables, mientras sigue girando este objeto redondo sobre la ruleta y las esperanzas se hacen más cercanas a medida que disminuye su velocidad, gira, salta y de repente se detiene, ¡el dos! se escucha decir a una voz que parece hacer despertar a todos, el dos resuena dentro de las cabezas y parecería ser una palabra maldita, el dos no estaba en los planes, en las esperanzas, en los sueños del abogado, del ingeniero, del doctor, ni de tantos y tantos que hoy han regresado a “probar suerte”.

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