San Cristóbal, 25/04/2024.- “En todas casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas (El Quijote II 13)”, cuando Cervantes nos explica que en todas partes hay problemas, pero aquí hay más que en otros lados, no me parece que hiciera referencia a lo que vivimos hoy día y debatimos entre unas clases profesionales y otras.
Si preguntas a los abogados te
dirán que en muchas profesiones hay malos profesionales, pero como los del
derecho, ¡qué va!, les preguntas a los profesores y te dirán: “es que no
entiendo como se dicen profesores personas que dicen haiga o estábanos” y
así nos va.
Cuando llegamos a la clase que
realiza comunicación como oficio o profesión, nos encontramos con unos
excelentes profesionales que han hecho de su deber de comunicar un sacerdocio y
que han preparado sus vidas para servir a aquellos que sólo a través de sus
voces pueden expresarse.
Obviamente que hay sus excepciones
y como tales debemos tratarlas, están y han estado siempre, pero siempre ha
sido una minoría, la que escondiendo sus apetencias personales son capaces de
insultar, calumniar y extorsionar como forma de buscar su sustento y el de sus múltiples
vicios.
Esos carroñeros de la comunicación vuelan en cualquier cielo y cualquier viento es favorable para moverse de un lado al otro, ya sea en sus opiniones, en la política o en sus actuaciones cotidianas. Son verdaderos malabaristas que tienden sus cuerdas al aire y saltan siempre que aseguren sus paracaídas.
Están en los medios y hacen opinión,
generan noticias, insultan o halagan dependiendo cuánto pongan en sus manos, no
cuestionan el poder si el poder les favorece, son enemigos del poder si el
poder no está a su favor, son guardianes de la moral y la ética, no perdonan y
son infalibles hasta que un milagro les obliga a cambiar.
Están en la vitrina, pero solo
si el precio es el que esperan, de lo contrario arremeten contra quien no ha
querido ofrecerle eso a lo que ellos aspiran. A partir de que no les incluyan
en una repartición piden la cabeza de quien reparte y tratan de forma
despectiva a aquellos a quienes les han repartido.
En conclusión, en la profesión
que menos se cuecen habas, es en la de comunicar, cuando se hace con principios
éticos.
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