San Cristóbal, 31/03/2024. – El relato del evangelio de Lucas en su capítulo 24 muestra una parte interesante de lo que puede ser considerado como falta de fe de estas mujeres que luego de presenciar la crucifixión de Jesús van a visitar su tumba en el primer día de la semana.
¿Por qué falta de fe? Según
los relatos anteriores de este evangelista, el mismo Jesús ya había contado que
iba a morir, pero que resucitaría para que fuesen cumplidas las profecías.
En Mateo 16:21 y Marcos 8:31
expresa que: 21 Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a Sus discípulos
que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los
principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer
día.
31 Jesús comenzó a enseñarles
que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser rechazado por los
ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y después de
tres días resucitar.
Entonces, ¿por qué ir a la tumba
de quien ya había profetizado su resurrección? Por su naturaleza humana, por su
infinita convicción humana que puede sobrepasar la fe, querían ver por última
vez el cuerpo de quien les había hablado desde la humanidad y la divinidad fusionadas
en un mismo ser.
¿Y tú que buscas entre los
muertos? En este vasto espacio interior que nos compone como seres
humanos, este océano infinito de pensamientos que conforman nuestra humanidad,
no podemos evitar muchas veces buscar entre los muertos, unas veces por falta
de fe y otras por fe y certezas, a veces por las dudas y muchas veces por lo
que creemos que es entendimiento.
Nuestra infinita capacidad de
reflexión a menudo nos lleva a revivir lo que ya no está, a desenterrar esos
recuerdos que han tomado una parte de nuestra vida, de nuestras alegrías, de
nuestros sueños. En este proceso, perdemos tiempo valioso en lo trivial, en lo
pasado, en lugar de centrarnos en el presente y en cómo podemos mejorar como
seres humanos. Es como buscar entre los muertos, en lugar de avanzar hacia la
vida y el crecimiento personal.
Es como si estuviéramos
atrapados en un ciclo interminable de nostalgia, aferrándonos a lo que una vez
fue, en lugar de mirar hacia adelante hacia lo que podría ser. Nos quedamos
estancados en la melancolía, temerosos de dejar ir lo conocido, incluso si eso
nos impide alcanzar nuestro potencial más elevado.
Quizás, en lugar de buscar
entre los muertos, deberíamos dirigir nuestra atención hacia lo vivo, hacia las
oportunidades y desafíos que el presente nos presenta. En lugar de aferrarnos a
lo que ya pasó, podríamos canalizar nuestra energía hacia la creación de un
futuro más brillante, uno en el que aprendamos de nuestras experiencias pasadas,
pero no nos dejemos atrapar por ellas.
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