San Cristóbal, Por Leonardo Cabrera Diaz ,4/09/2023.- Cada amanecer propicia nuevas esperanzas, que son los puntos de partida hacia metas y objetivos que pretendemos alcanzar, así como afianzar y apuntalar las que ya desarrollamos y tenemos en marcha.
Cada amanecer trae consigo,
hechos y noticias que reflejan los altos niveles de violencia, delincuencia y
descomposición social que trastornan la tranquilidad, y el sosiego, haciéndonos
temer hasta de nuestras propias sombras, doblegando por demás, el pulso a las
autoridades, que a pesar de los intentos, no han encontrado la forma de ponerle
el cascabel al gato.
Cada amanecer se evidencia una
progresiva deshumanización y falta de solidaridad e iniciativas que caracteriza
el comportamiento de una importante franja de la sociedad, a la que sí, y sólo
sí, su único interés, consiste en proteger y engrosar bienes y riquezas,
mirando de soslayo, la suerte de los demás.
Cada amanecer se alimentan y
reproducen de forma acelerada los "vampiros emocionales" que, como
las plagas de Egipto, consumen a quienes al igual que Ramsés, por su dura
cerviz, se convierten en auto espectadores de sus propias desgracias e
infortunios y solo atinan observar, cómo se desvanecen sus vidas, arruinando
sus entornos.
Cada amanecer además, contamos
con la bendición de Dios, la que nos concede de al permitirnos abrir nuevamente
los ojos, oportunidad, que tantas veces desaprovechamos, anteponiendo el Yo
perfecto, que habita en nuestro interior, y que en lugar de él, parecerse a
nosotros, somos nosotros, quienes nos parecemos a él.
Ese yo perfecto, que por lo
regular, siempre está adoctrinando en torno de cómo los demás debieron o deben
actuar y proceder ante una determinada situación o problema que afrontan, y
que decisión era o es la correcta al
respecto.
"Si hubiera sido yo, eso
no pasaría." A mí, nadie me hace eso, si te hubieras llevado de mí, otra
sería la historia."
En fin, esas y otras
expresiones son muy recurrentes escucharlas en los "Yo perfecto."
Esos yo perfecto, que se resisten a reconocer
ante los demás sus fallos y errores.
Disculparse resulta sumamente duro y más que difícil, tanto así, que al
intentarlo de vez en cuando, se muerden las lenguas.
Por cierto, ante la tragedia
ocurrida en San Cristóbal, que nos ha dejado con tanto luto, desconcierto,
dudas e incertidumbres, y un gran dolor que espera y reclama justicia, alguien
debe pedir perdón, aunque se muerda la lengua.
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