San Cristóbal, 22/08/2023, Por Leonardo Cabrera Diaz. - De un lado hay mucha gente angustiada con un dolor profundo que les encorva, desespera y los oprime con fuerza, anudando pecho y garganta, enmudeciendo las palabras.
Gentes que pueden ver, pero se
resisten a creer, todo cuanto ven. Gentes que oyen, pero por la perturbación,
no entienden, ni alcanzan a comprender lo sucedido. Atónitos están.
Son tantas las preguntas, y
tantos los por qué, para los que no hay, y parecen no tener las respuestas.
Nada logra llenar su gran vacío, su desconcierto. El desconsuelo los abraza.
La solidaridad de mucha gente,
sale a flote, llora y sufre junto a los deudos, a los afligidos, esos, a los
que quisieran darles alivio, aminorando
el dolor que les desgarra, que los abate y embarga, y se esfuerzan, dando el
todo por el todo, con dedicación y entrega, por amor al prójimo, sin esperar
nada a cambio, solo prima y prevalece su satisfacción intrínseca inspirada en
su vocación de servicio, en su caridad y calidad humana, distante y muy lejos
de toda sinecura.
Del otro lado está, el otro
lado, lugar hábitat y morada, de unos, que afirman sentir y dicen que les duele
el dolor de aquellos, a los que el dolor encorva, desespera y oprime, anudando
pecho y garganta, enmudeciendo la palabra.
De ese otro lado está, el otro
lado, en donde residen, los pésames de compromisos, esos pésames, a los que el
deber y las circunstancias obligan, a veces, tan bien logrados que, en cierta
forma, hasta llegan a sentirlos y se conmueven y actúan en consecuencia,
tendiendo sus manos, más a la espera
del reconocimiento y del lauro, que por la satisfacción interna de la misión
cumplida y de sentirse como un verdadero ser humano, de solidaridad no
calculada.
Pero ahí vamos, ensayando como
aprendiz, lo ya aprendido, abrazando la esperanza de ser y convertirnos en los
Lázaro de hoy, escuchando la voz del Todopoderoso, y levantarnos de en medio de
las angustias, salir de la fosa, soltar las ataduras y con pasos firmes seguir
el camino.
Tomar la bandera de Nehemias, para así como él, reconstruir los muros y las puertas de Jerusalén, orar cada mañana, tarde y noche, así como Daniel, para cimentar nuestras vidas, poniendo en alto, nuestra fe, por encima y sobre todo contratiempo, pidiendo la bendición de Dios, para ser fuertes y valientes como Josué, para afrontar toda batalla, e izar el pendón de la victoria y de una solidaridad sincera.
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