Por Leonardo Cabrera Diaz, 20/06/2023.- La actividad polĂtica consume y se traga el sosiego y la tranquilidad de casi toda la sociedad dominicana. No importa el estamento en el que estĂ©n situados de una forma u otra, son alcanzados por sus tentáculos haciĂ©ndoles partĂcipes de sus veleidades y trapisondas, asĂ como de su fortuna y señorĂo.
Por ello desde el más
paradisĂaco de los lugares al más inhĂłspito,
y en calles y avenidas de
sectores pobres o encumbrados, en colmadones, en callejones, en los parques, en los campos, en
fin en cada hombre o mujer, no importa la edad, profesional, obrero o un simple
chiripero, siempre hallaremos un «politĂłlogo nato», que de acuerdo como ande
del bolsillo, y si el que gobierna es de su partido o no, nos dará una rica
charla con enjundiosos planteamientos, para justificar lo injustificable y
desaprobar y desmeritar toda acción correcta, aunque ésta, esté más que
a la vista.
Y en ese laberinto de
opiniones y conjeturas, como caja de resonancia andan de boca en boca y ruedan
juntas por los suelos honras y deshonras, alimentadas por mediocridad y el
odio, que, por la gloria alcanzada, despiertan los triunfadores en aquellos que
sienten el sabor amargo de no tener alas, para volar tan alto, como otros han
volado surcando los cielos de la historia.
Y en ese no saber qué hacer,
recurren a todo tipo de artimañas, queriendo opacar esa radiante luz que
molesta a sus ojos, buscando los culpables de su desgracia en el sortilegio de
sus adversarios.
Y es que olvidan que no es lo
mismo caer en gracia, que ser gracioso, ni
comparar a las migajas con los manjares.
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