El historiador y filósofo autor de “Sapiens: De animales a dioses” advirtió que la revolución tecnológica no será un evento, sino una serie constante, y dos habilidades principales marcarán la diferencia entre sobrevivir y sucumbir a las perturbaciones sucesivas en el trabajo, las relaciones y la política.
La revolución tecnológica es el tema indiscutible del siglo XXI: aun en un mundo polarizado como el contemporáneo, al menos sobre eso existe un acuerdo. Sin embargo, y paradójicamente, es quizá el tema que peor se comprende, observó Yuval Noah Harari.
Tanto
para los optimistas como para los pesimistas, la revolución tecnológica
parecería ser un acontecimiento que ponga al mundo de cabeza, tan concreto como
la Revolución Francesa. Hasta podría tener una fecha. “Pero ese escenario es
altamente improbable”, objetó el historiador y filósofo israelí.
"La revolución de la inteligencia
artificial y la automatización no será un evento único, sino una cadena de
revoluciones cada vez mayores. Así
que la verdadera gran pregunta —argumentó— es psicológica: como seres humanos,
¿tenemos la estabilidad mental y la inteligencia emocional para reinventarnos
repetidamente?”
Si
se piensa en la rigurosa educación formal del siglo XX, con sus distintos
niveles académicos de gran costo y exigencia, estas dos destrezas, que ni
siquiera se enseñan, parecen poca cosa. Sin embargo, insistió Harari, en
diálogo con Tom Bilyeu, marcarán la diferencia entre los que se adaptan y los
que sucumben al escenario de variabilidad constante que presenta el siglo XXI.
Tanto
para los que juegan en el equipo de Los Supersónicos —quienes siempre soñaron
con un porvenir radiante de máquinas— como para los que advirtieron sobre un
destino más similar a 1984 y otras distopías futuristas, la fantasía de la Gran
Revolución presenta una crisis, un período de reajuste y una nueva armonía.
“Todos los conductores de camiones, los taxistas, los médicos, lo que sea, se
quedan sin trabajo en 2025”, puso como ejemplo Harari; pasamos unos años
difíciles, hasta que nos acostumbramos y finalmente llegamos a un mundo feliz
de inteligencia artificial, con un nuevo equilibrio”.
Final.
Dichoso o amargo, pero final.
Difícilmente
suceda de ese modo, argumentó el autor de Sapiens: De animales a dioses, de
Homo Deus: Breve historia del mañana y de 21 lecciones para el siglo XXI, tres
volúmenes sobre la evolución de la humanidad “que se leen como una trilogía”,
elogió Bilyeu, orador motivacional y cofundador y CEO de Impact Theory
University. Porque “no estamos siquiera cerca del potencial máximo de la
inteligencia artificial”.
“La velocidad a la que se desarrolla solo se va a acelerar, probablemente. Así que lo que realmente vamos a enfrentar es una sucesión de revoluciones en el mercado laboral, en las relaciones, en la política y en otros ámbitos de la vida”. Una serie: “Tendremos una gran perturbación en 2025, sí. Y tendremos una mayor en 2035, y tendremos una aún mayor en 2045. Y así”.
Harari
—uno de los pensadores más originales, a la vez que accesibles, del presente:
sus libros superaron los 27,5 millones de ejemplares en 60 idiomas— cree que
los individuos y los Gobiernos ignoran cuestiones cruciales como esta y ha
asumido, como su misión, “traer más claridad a la conversación pública sobre lo
que sucede en el mundo”, explicó a Bilyeu para un episodio de Impact Theory que
ya vieron 1,5 millones de personas.
“Creo
que demasiado de nuestra conversación pública se aboca a los temas equivocados
o es en extremo confusa y opaca", siguió. "Nos inunda una cantidad
enorme de información y no sabemos cómo entenderla. Para mí es importante
orientar la atención de la gente hacia las preguntas principales. Trato de
brindar algunas respuestas, también, pero no me importa mucho si no concuerdan
conmigo en lo que respecta a las soluciones. Lo que importa es que estemos de
acuerdo en las preguntas”.
Entre
ellas se destacan las macrohistóricas, porque este profesor de la Universidad
de Jerusalén es, por su formación original, un historiador: la relación que hay
entre el desarrollo de la humanidad y la biología del hombre; la diferencia
entre el Homo sapiens y otros animales; el vínculo entre la tecnología, la
cultura y la naturaleza; la deriva de la historia y la realización del
individuo; los desafíos de la sociedad contemporánea, sobre todo la guerra
nuclear, el cambio climático y las perturbaciones sociales que causan los
saltos tecnológicos.
En
esta conversación de 40 minutos destacó cinco asuntos que son, en su opinión,
las claves del porvenir inmediato de la humanidad.
1) Nadie sabe cómo será el trabajo en 2040
Cuando
Bilyeu le preguntó por el futuro del mercado laboral en esas circunstancias,
Harari ironizó que si alguien se las da de gurú y asegura que será de tal
manera y hay que prepararse haciendo determinada cosa, conviene aplicar un poco
de sano escepticismo. “Lo primero que tenemos que comprender es que nadie sabe
realmente cómo va a ser el mercado laboral en 2040”, dijo.
“Tú
eras un conductor de camiones y ya no eres necesario —siguió—, pero se creó una
nueva demanda de instructores de yoga”. Y así el camionero de 40 años se
reinventa, aplica los saberes que le puedan servir de su experiencia antigua y
adquiere nuevos conocimientos. “Es muy difícil, pero de algún modo lo logras”,
agregó. “Entonces, 10 años más tarde, ya no hacen falta instructores de yoga”.
En
efecto, en la “cadena de revoluciones cada vez mayores” que se avecinan, es muy
difícil no pensar que surgirá una aplicación perfecta, conectada al cuerpo
mediante sensores biométricos que controlan la actividad completa del organismo
en la secuencia de poses de una práctica de yoga. “Ningún instructor humano de
yoga puede competir con eso. Te quedas sin trabajo”, imaginó el escenario más
probable.
“Te
tienes que reinventar otra vez, como diseñador de juegos virtuales. Y de algún
modo lo logras. Pero 10 años más tarde… también esto se ha automatizado. Te
tienes que volver a reinventar".
2) La casa de bloques de piedra vs. la
carpa
Bilyeu
quiso saber, dado que es imposible estimar qué demandará el mercado de trabajo
en apenas 20 años, qué puede hacer una persona para prepararse. Pero Harari
reorientó su inquietud: ya no existe, como a comienzos del siglo XX, una opción
segura de profesión. Se sabrá sobre la marcha, aventuró; mientras tanto, la
mejor inversión no es en —por ejemplo— una carrera determinada, sino “en
inteligencia emocional y en equilibrio mental, y en esta clase de habilidades
sobre cómo continuar cambiando, como seguir aprendiendo".
¿Y
eso cómo se adquiere? En principio, no se estudia: “No tenemos una universidad
de flexibilidad mental”. Son herramientas para cultivar curse uno derecho o
ballet: “Hay que tener presente que mucho de lo que hoy aprendemos podría dejar
de ser relevante en 20 o 30 años, así que, sea lo que sea aquello que uno haga,
también tendría que invertir en el desarrollo de la inteligencia emocional, el
equilibrio mental y la capacidad de mantenerse cambiando y aprendiendo y
reinventándose a lo largo de la vida”.
Ofreció
una imagen como comparación: “Si en el pasado la educación se parecía a
construir una casa de materiales sólidos, como la piedra, y con cimientos
profundos, ahora se parece más a construir una carpa que se pueda doblar y
llevar a otro lugar con rapidez y sencillez”.
3) El ser humano ya es un sistema
hackeable
Harari
destacó que otra gran consecuencia de la aceleración tecnológica es que el ser
humano se ha convertido en “un animal hackeable”. Es algo que ningún sistema
totalitario del siglo XX logró: “Aun si el KGB o la Gestapo te seguían 24 horas
por día, escuchando cada conversación que tenías, observando a cada persona con
la que te encontrabas, no tenían el conocimiento biológico suficiente para
comprender qué sucedía dentro de ti. Y por cierto no tenían el poder de
computación necesario para entender siquiera los datos que sí lograban obtener”.
Hoy,
en cambio, existe la tecnología que permite descifrar a los humanos como
sistema, “saber qué pensamos para anticipar nuestras elecciones, para manipular
nuestro deseos humanos de maneras que nunca antes fueron posibles”, sintetizó.
¿Qué hace falta para hackear a un ser humano? Solamente dos cosas, aunque son dos cosas complejas: “Un montón de datos, en particular datos biométricos, no solo sobre dónde vamos y qué compramos, sino qué sucede dentro de nuestros cuerpos y dentro de nuestras mentes, y mucho poder de computación para comprender todos esos datos”, enumeró.
“Esto nunca antes fue posible en la historia”, subrayó. Pero aquello que el KGB o la Gestapo no lograron, que fue entender de verdad a una persona, al punto de predecir sus elecciones y manipular sus deseos, hoy es posible. “Lo que el KGB no pudo hacer, hoy las corporaciones y los Gobiernos comienzan a poder hacerlo”, argumentó.
“Esto
se debe a la fusión entre la revolución en biotecnología (por la que cada vez
somos mejores a la hora de entender lo que sucede dentro de nosotros, en el
cuerpo y en el cerebro) y la revolución simultánea en tecnología informática
(que nos da el poder de computación necesario). Cuando sumamos las dos cosas,
logramos la capacidad de crear algoritmos que me entienden mejor de lo que yo
me comprendo a mí mismo. Estos algoritmos no solo pueden predecir mis
elecciones: también pueden manipular mis deseos y, básicamente, venderme
cualquier cosa, ya sea un producto o un político".
4) Conócete a ti mismo (porque el
algoritmo ya te conoce bien)
A
diferencia de la mente humana, que “es una máquina que produce relatos
constantemente” —y sobre todo un relato muy importante, que es la identidad—,
la tecnología recoge datos del sistema humano. Eso hace que, más temprano que
tarde, los algoritmos puedan conocer a una persona mucho más de lo que ella se
conoce a sí misma, algo que tampoco había sucedido nunca antes en la historia,
subrayó.
“El
yo es un relato, no es algo real”, resumió. “Si tomamos el perfil que la gente
crea sobre sí misma en Facebook o Instagram, debería ser obvio: no refleja su
existencia real. Por ejemplo, el porcentaje de tiempo que uno aparece sonriendo
en la cuenta de Instagram es mucho mayor al porcentaje de tiempo que uno sonríe
en la vida real”.
En
esa forma de “tercerización del cerebro”, como describió a la mejora en la
capacidad de construir relatos que ofrecen las plataformas sociales, se produce
una separación significativa: allí donde los algoritmos solo ven datos, el ser
humano “tiende a cometer un error fundamental”, calificó, que es pensar que él
realmente es ese relato que ha construido.
“Una
de las cosas más importantes de mi vida, y creo que más importantes de mi
carrera científica, fue comprender de lo poco que sé sobre mí mismo”, puso como
ejemplo. “Yo tenía 21 años cuando finalmente comprendí que era gay, y cuando lo
pienso me resulta completamente asombroso, porque tendría que haber sido algo
obvio a los 16 años, a los 15 años, y un algoritmo lo habría advertido rápidamente”.
Y hoy se podría crear un algoritmo como ese, que —por ejemplo— siga el
movimiento ocular cuando una persona ve a otras, y sistematice dónde va su
mirada, en quién se concentra. “Debería ser muy sencillo. Un algoritmo así
podría haber dicho, cuando yo tenía 15 años, que yo era gay”, agregó.
Las
implicaciones de eso son extraordinarias. Y no son solamente positivas, ni
remotamente de dirección única. “Realmente depende de dónde vive uno y qué se
hace con esa información. En algunos países, uno puede meterse en problemas con
la policía y con el Gobierno”, señaló por caso. Y en otros, quizá una persona
no sabe que es gay pero las corporaciones sí, “y lo quieren entender porque
necesitan saber qué clase de publicidades mostrarle”.
Ante
esos costados negativos, ante las consecuencias múltiples de la pérdida de
privacidad —y hasta de intimidad de pensamientos y emociones de profundidad
extrema—, ¿por qué querría la gente continuar con este progreso tecnológico?
5) Nuevos enemigos: la salud y la
privacidad
La
respuesta es simple, arrojó Harari como un golpe de realidad: “Porque tiene un
lado bueno, mejorar el cuidado de la salud”. Que es lo más parecido que puede
haber a la inmortalidad: comprar años de vida y de calidad de vida.
“Es
tremendamente tentador —desarrolló— porque la tecnología nos puede brindar el
mejor cuidado de la salud de la historia, algo que va realmente mucho más allá
de cualquier cosa que hayamos visto hasta ahora. Esto puede significar que
quizá en 30 años la persona más pobre del planeta puede obtener mejor atención
médica en su teléfono celular que la persona más rica de hoy obtiene en los
mejores hospitales y con los mejores médicos”.
Dio
el ejemplo de la detección temprana del cáncer.
“El
proceso usual sucede por medio de la mente, no se lo pueda tercerizar. En la
mayoría de los casos hay un momento crucial, cuando uno siente que algo en su
cuerpo está mal, y va aun médico y a otro, y hace un estudio y otro hasta que
finalmente se descubre que tiene cáncer. Como se basa en nuestros propios
sentimientos —en este caso, de dolor— con mucha frecuencia cuando comenzamos a
percibirlo es tarde, el cáncer se ha expandido. Y acaso no es demasiado tarde,
pero tratarlo va a ser costoso y doloroso y complejo”.
¿Qué
pasaría si se pudiera tercerizar esa percepción, emplear un algoritmo que
controle la salud 24/7 mediante sensores biométricos? “Podría descubrir este
cáncer cuando es apenas un puñado de células que comienzan a dividirse y
proliferar”, postuló Harari. “Y es mucho más fácil, y barato e indoloro,
ocuparse en esa instancia que de dos años más tarde, cuando ya es un gran problema.
Creo que todo el mundo aceptaría esto”.
Y en
eso, cree, radica la gran tentación, aunque tenga un reverso oscuro. “Una de
las grandes batallas del siglo XXI se va a librar entre la privacidad y la
salud”, aseguró. “Y creo que la salud va a ganar. La mayoría de la gente va a
estar dispuesta a renunciar a una importante cantidad de privacidad a cambio de
un mejor cuidado de la salud”.
Y
allí, arriesgó, es donde el sapiens vuelve a intervenir con las herramientas de
la historia, que lo distinguen: “Necesitamos tratar de disfrutar de ambas
cosas, de crear un sistema que nos dé gran cuidado de la salud, pero sin poner
en peligro nuestra privacidad”. Y Harari concluye, como es característico de su
pensamiento, con un interrogante: “Que podamos, o no, lograr ese equilibrio, es
una pregunta política enorme”.
Fuente:https://www.infobae.com/america/mundo/2020/09/27/las-dos-unicas-destrezas-que-necesitaras-tener-para-el-resto-de-tu-vida-segun-yuval-noah-harari/
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