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RHINA ESPAILLAT: LA VEGA Y NEWBURYPORT EN UN AMPLIO CORAZÓN


Por Juan Freddy Armando.-
 Cuando voy a escribir sobre un autor, ante todo me gusta buscar en él su eje, su centro, su leiv motiv, las ideas literarias, filosóficas, éticas, humanas que mueven los hilos de su ser. Porque inevitablemente, eso vacía el autor, quiera o no, en sus textos. Sus esencias le salen de la misma manera que cuando se pincha un cuerpo sale sangre, porque está ahí, a flor de músculo, a flor de hueso, a flor de piel.

 

Aprendí de Arquímedes en los libros lo que él aprendió al bañarse: a buscar un punto de apoyo para así mover el mundo del conocimiento de cada autor que estudio.

 

En el caso de Rhina Polonia Espaillat (por mucho tiempo creí que la P era de Pelagia, Piluchira, Pancilia, Prucintina, Polichira, hasta que descubrí que es Polonia, nombre que, si bien no es bello, no es tan feo como los que me había imaginado), ¿cuáles son los ejes centrales que definen su estilo, que la retratan como autora y la diferencian de otros y otras?

 

Todo escritor o escritora siempre nos narra su vida, de forma directa o indirecta, ya sea incluso en textos tan lejanos de lo personal como los de ciencia ficción o de vaqueros, alienígenas, o personajes políticos o históricos aparentemente lejanos de la biografía del creador.

 

CUATRO DOBLES EJES EN UNA SOLA ALMA

 

En el caso de Rhina Espaillat, en todos sus textos están retratadas tres dobles vidas: esa doble vida que ha tenido, gracias a su padre. Ese hombre a quien la persecución política de Trujillo lo hizo un exiliado, quien por ello migró, y se convirtió en emigrante desde el punto de vista dominicano y en inmigrante desde el punto de vista norteamericano. Y digo gracias a su padre, más que a su madre –con la que ella tuvo una cercanía tan tierna- porque fue él quien nunca quiso que ella fuese solo norteamericana. Sino que lo fuese sin dejar de ser dominicana.

 

Hay en sus letras ese ojo derecho norteamericano y ese ojo izquierdo dominicano que la hacen, a pesar de haberse ido de Santo Domingo a los 7 años no haber olvidado su lengua, ni su tierra ni sus tradiciones ni sus recuerdos infantiles que son tan hermosos. Hermosos porque tuvo una niñez hermosa, cosa no tan frecuente entre los escritores, quien frecuentemente han tenido una relación tirante con ambos padres o con uno de los dos. Eso los condena a traumas que son grandes y pesadas piedras que llevan subre su cabeza como aquel Dios griego que debía soportar el peso del mundo (Titán) o aquel que debía constantemente subir una piedra que no lo dejaba descansar cuando de nuevo venía hacia abajo.

 

PADRE Y MADRE.

 

Rhina tuvo siempre dos mitades

 

Una: la madre amorosa que cociendo telas y diseñando ropas, la enseñó a ver así la vida: como si nuestra personalidad fuese un vestido que debemos diseñar para poder vivir entre los humanos, para llevarlo como armadura y como alma blanda, como afinidad y diferencia. Con espíritu flexible como los árboles que Darwin dice que perduran debido a que se integran fácilemente a las nuevas circunstancias, los nuevos climas culturales, idiomáticos, sociales, geográficos, paisajísticos. 

 

Otra: el padre doctrinario, conceptual, firme una clara identificación con sus orígenes, lo dominicano, lo cibaeño, lo vegano, lo típico caribeño. Todo eso sostenido y predicado a través de la armazón centenaria de una hermosa lengua que logró ella no olvidara nunca: el castellano.  Su mente nunca aceptó del todo el inglés, pues ante el vendaval de palabras sajonas, él se refugió en la  casamata de su lengua, en los fuertes pilotillos que sostenían su edificio cultural.

 

En esos dos ríos bebió Rhina, y ambos ríos la bebieron a ella de tal forma que en toda su literatura está ese ir y venir entre La Vega y Newburyport, entre New York y Santo Domingo.

 

 

EN RHINA USA Y RD BAILAN MERENGUE Y ROCK CON EL MUNDO

 

Por la forma en que sus padres y el ambiente norteamericano, la presencia de dominicanos en su hogar y su mundo neoyorquino, en su literatura está el paisaje psicológico y físico dominicano, con tanta vitalidad como el paisaje psicológico y físico norteamericano.

 

El personaje que crea el poeta, el narrador, el ensayista y desde el cual escribe y habla, en el caso de ella, es mulato, es mezcla de dos razas y culturas: la mulata y la sajona, y en ellos está la variopinta pinta del mundo. Cosa que se acentuó en su vida al encontrarse con su esposo, que era visión de lo nórdico con lo británico, lo europeo y americano.

 

Eso es Rhina Espaillat. Una especie de Yelidá, la muchacha mulata que compartió la triple nacionalidad mental de ser hija de una Madame Suquí haitiana, grumete hembra del puerto, un Erik noruego secuestrado por las brisas y cocoteros del trópico, y ambos en el territorio físico y cultural dominicano que los hace construir el más grande poema dominicano, de la isla y uno de los más grandiosos del mundo. Y más que una triple nacionalidad, tal vez sea una multiplísima nacionalidad, porque es caribeña, y el Caribe no es solamente, como lo llamó Juan Bosch, la frontera imperial, sino más que eso. Y sobre todo. Es el encuentro universal, porque aquí confluyen españoles, africanos, franceses, ingleses, alemanes, aborígenes, en un encuentro que primero fue un encontronazo, una terrible guerra a muerte tras la conquista de los territorios del mare nostrum como vía posible para conquistar la terra nostra. Guerra que luego se ha convertido en una armoniosa lucha conjunta de todos por la vida, y por la vida en abundancia, por cultivar y enriquecer estas provincias ultramarinas. Vida que sabe a armonía y mestizaje, a mulatez y unión. Unión de folklores unas veces juntos y otras reburujados.

 

Esto porque el sentimiento dominicano y norteamericano no limitan la mente y el alma de Rhina, sino que desde allí vuela hasta sentirse como se siente y es: ciudadana del mundo, sensible a todo lo que pasa en el globo, porque para ella, como para Terencio, nada humano le es ajeno. El llanto y la alegría para ella no tienen colores. O, sí, tienen colores, y ella adopta ese color para llorar y luchar contra el dolor en las más lejanas almas,  o reír y aplaudir la alegría de quienes aún no conoce.

 

Muy bien lo señaló Juan Matos cuando tituló la edición bilingüe de sus obras con esa idea: Agua de dos ríos. Ese es el eje característico de Rhina Espaillat: dos culturas unidas indisolublemente en una sola alma.

 

 

LA ADULTA SE RECREA CON RECREAR A LA NIÑA PROPIA

 

Otro de los pares que retrata la vida y obra literaria de Rhina Espaillat es la adulta, la mujer mayor, que, recrea, se mira en ella y juega con la niña y joven que fue. Se hace cómplice de sus aventuras tiernas, muchas veces ingenuas, que ella misma fue. Quien la haya tratado como yo, de cerca, sabrá que ninguna de las dos realmente se han ido, y a sus 90 años que cumple hoy, conserva su gracia juvenil, su donosura de joven, el cachet de la elegancia personal, la atrevida ingenuidad adolescente, don de lo juguetón, el buen sentido del humor, que se hace tan presente en su obra junto a la inteligencia culta y profunda de la gran literata y maestra.

 

LO FILOSÓFICO CONJUGADO CON EL SENTIDO COMÚN CREATIVO

 

El cuarto de los pares de ejes que podemos ver en las letras de Rhina Espaillat es el de la poeta, ensayista o narradora que filosofa, que va llevando, unas veces de forma sutil y otras de manera casi directa, sus reflexiones filosóficas derivadas de lo que va ocurriendo al sujeto cuya voz adopta la escritora en sus versos, historias o juegos del pensar. Ello le da un lugar muy especial en la literatura dominicana, en la que hay muy pocos literatos filósofos entre los varones, y mucho menos entre las mujeres.

 

Lo filosófico que veo en Rhina Espaillat no es ese filosofar literario que muchas veces se ejercita a través de referir las ideas, categorías y conceptos de los grandes pensadores y hurgarlos, rondarlos, cuestionarlos o alimentarse de ellos. No. Me refiero a la filosofía verdadera ejercida en el campo del arte: como tangencial reflexión en la que el desenvolvimiento de los hechos, los enfoques, las reflexiones intermitentes que se entremezclan con el texto nos llevan a reflexionar sobre temas de índole filosófica Y muchas veces, Rhina mezcla estas exploraciones del filosofar con la otra cara, con la otra tan útil herramienta de ciencia, pensar, arte y técnica: el sentido común o buen sentido, que tanta riqueza nos ofrece a la hora de enfocar el mundo que nos rodea y con el que interactúan los seres que lo habitan. El uso de ese recurso, combinado con los efluvios del pensamiento lateral (como le llamó De Bono) o creativo, intuitivo, instintivo, produce maravillosos descubrimientos para todo el universo del conocimiento, la diversión, el solaz, esparcimiento y las utilidades para uso del desarrollo social, humano

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