“De los siete pecados capitales, me manejo como un artista en tres”, Javier Krahe.
El pecado en su forma original constituye una desviación de la conducta humana. Según John Bossy, los siete pecados capitales serían la expresión de una ética social y comunitaria con la cual la Iglesia católica trató en su momento de contener la violencia y sanar la conflictiva sociedad medieval. Los pecados y su penitencia fueron en un principio una saludable advertencia de cómo administrar la propia conducta individual y social (Savater, 2013).
La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza son las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica ha fijado como «pecados capitales». Independientemente de la vigencia o no de la idea de pecado en nuestras sociedades, son siete pasiones muy arraigadas en la psique humana. ¿Podemos imaginar el ser humano sin ellas? ¿El mundo sería mejor si estas inclinaciones no condicionaran nuestras actitudes?
Desde las primeras obras de la
tradición occidental hasta las más recientes, los pecados capitales han sido
retratados en múltiples géneros y a través de perspectivas diversas. Una
variedad que se hará presente a lo largo del curso, en el cual tendrán cabida
las ramificaciones literarias, artísticas, sociales y políticas de estas
pasiones.
Los siete pecados capitales
corresponden a la clasificación de los vicios o deseos del hombre según las
enseñanzas morales del cristianismo.
Estos pecados reciben el
adjetivo de “capitales” porque constituyen la fuente, principio o
"cabeza" de otros pecados.
Esto quiere decir que la
compulsión por los pecados capitales tienta a las personas satisfacer su deseo
a toda costa, lo que implica cometer otros pecados para lograrlo.
En ese sentido, quien es
movido por los pecados capitales se deshumaniza y deshumaniza a los otros al
reducirlos a meros obstáculos de su deseo o instrumentos de su voluntad.
Los pecados capitales no
aparecen descritos y ordenados en una lista en la Biblia, no obstante, sí se
hace referencia a ellos a lo largo del Libro Sagrado.
En el siglo VI, el papa romano
Gregorio Magno elaboró por primera vez la lista de los pecados capitales.
Posteriormente, Santo Tomás de Aquino los ordenó y enumeró en siete a los
pecados.
Diversos artistas han sido inspirados por los siete pecados capitales para crear obras de gran transcendencia. Entre los más famosos destacan Dante Alighieri con su obra poética La divina comedia y la pieza pictórica del Jheronimus Bosch llamada La mesa de los pecados capitales.
La lujuria es el pecado de
consentir en pensamientos que se consideran impuros por su excesiva compulsión
sexual. Es la búsqueda desordenada por satisfacer el placer sexual sin límites,
la cual puede generar y degenerar en actitudes y procesos deshumanizantes.
La gula es el consumo
desmedido de alimentos y bebidas, la glotonería llevada a su máxima expresión.
Es el vicio por comer de manera irracional, de forma voraz, lo que conduce a
pagar graves consecuencias físicas y sociales. Igual ocurre con las bebidas,
cuyo exceso hace que la persona se embriague y pierda la razón.
La avaricia o codicia es un
pecado de exceso al igual que la lujuria y la gula, pero el exceso se
manifiesta en el deseo de poseer bienes materiales y riquezas de forma
irreflexiva. Los avaros quieren tener grandes cantidades de objetos o de dinero
que sobrevaloran. No les importa los medios por los cuales puedan obtenerlos.
La pereza es la incapacidad de
hacerse cargo de la propia existencia de la persona y de las obligaciones
espirituales de la fe que practique. A través de la pereza o acidia, las
personas olvidan del cuidado propio y descuidan también el amor que se debe a
Dios. la pereza, por lo tanto, genera tristeza, desgano y aislamiento.
La ira es un sentimiento
descontrolado y desmedido de rabia o enojo, que impulsa a cometer actos de
violencia física contra otros o contra sí mismo. La ira se relaciona con la
impotencia ante la realidad y la impaciencia, y despierta actitudes como la
discriminación y el ajusticiamiento al margen de la ley.
La envidia corresponde al
sentimiento de pesar ante el bien o el éxito de terceras personas. En ese
sentido, la envidia no es simplemente el deseo de tener lo que el otro posee,
sino el deseo de que el otro no tenga bien alguno. Por lo tanto, la envidia es
un vicio que lleva a desear el mal ajeno.
Soberbia es la apreciación
descontrolada de nuestro propio valor, atractivo e importancia ante los demás. Se
le considera uno de los pecados más serios. Las personas soberbias se
caracterizan por considerarse superiores a quienes les rodean. El narcisismo o
vanidad es una manera de ser soberbio.
La doctrina cristiana
incorpora en la tradición judeocristiana a los pecados capitales que todos
conocemos (y a sus demonios), así como a las virtudes que supuestamente los
pueden derrotar o al menos neutralizar: 1) soberbia/humildad, 2)
avaricia/generosidad, 3) lujuria/castidad, 4) ira/paciencia, 5) gula/templanza,
6) envidia/caridad y 7) pereza/diligencia. En esta misma línea de
pensamiento, pecar sería abusar de la libertad de Dios.
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