San Cristóbal- esta hermosa ciudad sureña ubicada a pocos minutos de la capital de la república, es la cuarta en cantidad de habitantes y tercera en aportes al PBI, goza del privilegio de ser la ciudad escogida para la firma de nuestra primera constitución que dio legalidad jurídica a nuestra independencia.
Una provincia a la que la
naturaleza ha premiado con todos los microclimas que van desde el abrazador
calor de las playas hasta el frio acogedor de nuestras montañas, con mar, con ríos,
con historia en todo lo largo y ancho de su territorio.
Sin embargo, en esta hermosa
ciudad existen deudas históricas que parecen impagables y que condenan a la ciudadanía
a vivir en condiciones que recuerdan ese final de la novela los miserables de Víctor
Hugo «... mientras haya en la tierra ignorancia y miseria, libros como este
podrían no ser inútiles».
Y es que mientras la ignorancia y la miseria nos arropan, no parece que algún plan pueda funcionar en nuestro mercado y sus alrededores, lo intentó el pasado sindico y fracaso, lo intenta el actual sindico y va de fracaso en fracaso, nada parece detener la inmundicia que genera este ejercito de seres que parecen estar ajenos al daño que se hacen cada día.
Las condiciones de ese espacio
que está ocupado alrededor del mercado es para que sean activadas todas las
alarmas, el mal olor , los productos tirados en las aceras y las calles, las
aguas que corren desde dentro, desde las carnicerías, desde los distintos
puestos y que se desplazan por las calles son fuente de contaminación y nada
parece importar.
Las autoridades vienen, van,
pasan y se olvidan, el pueblo sigue pagando una deuda social que parece
impagable, ¿Hasta cuándo?
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