El avance de la variante delta y su hipotética capacidad de burlar al sistema inmune se ha convertido en la coartada perfecta para los fabricantes de vacunas de ARN, que llevan días presionando para que se apruebe una tercera dosis de recuerdo.
Es una posibilidad que se baraja desde casi el comienzo de la pandemia y que supondría unos enormes ingresos extra a compañías como Pfizer, principal adalid de la tercera inyección. El problema es que sus argumentos se basan en datos confusos, secretos y prematuros, como han destacado las principales autoridades médicas de EE UU, que han declinado la tercera dosis hasta que haya más datos. La Organización Mundial de la Salud también ha cuestionado que haga falta esa nueva dosis y ha criticado que se debata ahora, cuando en buena parte del mundo en desarrollo hay millones de personas que ni siquiera han recibido la primera inyección.
Carmen Cámara, inmunóloga del
Hospital La Paz en Madrid y miembro de la Sociedad Española de Inmunología
(SEI) afirma que “Pfizer fue la primera en la carrera de las vacunas y
consiguió una posición de ventaja que ahora no quiere perder. Es un movimiento
comercial al 100%”. “Esto no quiere decir que al final haya que acabar poniendo
una tercera dosis, pero ahora no hay datos y no es el momento de decidirlo”,
zanja la experta. “Ahora lo que interesa es acabar todas las segundas dosis en
los países desarrollados y extender la vacunación al resto del mundo con las
vacunas más adecuadas para sus circunstancias, que serán de Janssen, Astra
Zeneca, Novavax u otras más aptas por sus necesidades de conservación en frío y
su precio. Eso es lo prioritario y no es lo que le va a dar dinero a Pfizer”,
añade.
El principal argumento
científico de Pfizer y BioNTech es que han visto una caída de anticuerpos
contra el coronavirus entre 6 y 12 meses después de la vacunación completa. Una
tercera dosis multiplicaría entre 5 y 10 veces los niveles en sangre de esas
proteínas capaces de neutralizar al virus.
Los datos se desprenden de un
ensayo clínico organizado por la compañía. Son resultados parciales que aún no
han sido revisados por expertos independientes ni publicados en una revista
científica. La empresa también cita la experiencia real de Israel, un país muy
adelantado en la vacunación gracias a sus acuerdos con esta empresa y que ha
asegurado que la eficacia de la vacuna baja a los seis meses y permite la
reinfección con la variante delta. El país ha tomado la polémica decisión de
empezar a dar una tercera dosis a personas especialmente vulnerables, como las
que tienen un órgano trasplantado. Pero los datos del país también muestran que
la protección contra la hospitalización y contra la covid grave por la variante
delta de las dos dosis de la vacuna es prácticamente igual que con otras
variantes.
César Hernández, jefe del
Departamento de Medicamentos de uso Humano de la Agencia Española de
Medicamentos, admite: “Estamos todos pendientes de ver cómo son de concluyentes
los datos sobre posibles fallos de la vacuna”. Las autoridades sanitarias deben
buscar un equilibrio complicado. “Si esperamos a tener muchos datos reales
sobre casos en los que fallen las vacunas habrá más gente expuesta al contagio,
y si tomamos la decisión demasiado pronto basados en una variable indirecta
como el nivel de anticuerpos es posible que acabemos dando otra dosis a gente
que no la necesita”, detalla.
El problema con basar las
decisiones sobre inmunidad en la cantidad de anticuerpos o incluso en la de
linfocitos,recuerda Antonio Bertoletti, de la Universidad Duke (EE UU), es que
aún no se sabe qué niveles son necesarios para evitar la infección y la
enfermedad. Este inmunólogo publicó uno de los estudios que muestran que tras
una infección —y probablemente también después de la vacunación— una persona
genera decenas de linfocitos diferentes. Cada uno ataca a una parte muy
específica del virus, lo que impide que este pueda escapar sea de la variante que
sea.
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fuente: https://elpais.com/ciencia/2021-07-17/ano-y-medio-de-pandemia-sin-entender-la-inmunidad-contra-la-covid.html
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